Cuando Jesús se presenta ante sus discípulos, utiliza con frecuencia la fórmula “Yo soy”, que tiene en significado inmediato de identificación: yo soy la luz, yo soy el camino, yo soy la puerta.
Pero que tiene también un significado más hondo por ser la formula con la que Dios se dio a conocer a Moisés en la zarza ardiente: “Yo soy el que es”. “Yo soy”, por tanto, tiene ese valor añadido de presentarse como Dios, tal como se ha presentado Dios ante Moisés en el Antiguo Testamento.
En este cuarto domingo de Pascua Jesús se presenta como el buen pastor, que conoce a sus ovejas y ellas le conocen y le siguen y que da la vida por las ovejas, por todas, para hacer un solo rebaño con un solo pastor.
La figura del pastor resulta muy familiar en el ambiente de Jesús, en una cultura rural, ganadera y trashumante, que vive de los rebaños y busca continuamente buenos pastos para ellos. Jesús toma esta imagen en diversas ocasiones para identificarse y para explicarnos su amor por cada uno de nosotros. En el Antiguo Testamento, Dios promete dar pastores a su pueblo. Dar pastores según su corazón. En contraposición a tantos malos pastores que en vez de servir a las ovejas, se sirven de ellas, buscando su lana y su leche en provecho propio, en vez de buscar el bien de las ovejas, llevándolas a buenos pastos, librándolas de los peligros, defendiéndolas del lobo cuando llega, etc..
En este cuarto domingo de Pascua celebramos la Jornada mundial de oración por las Vocaciones, a la luz del Buen pastor que continúa en su Iglesia esa solicitud por cada uno de sus hijos para mostrarles a todos la bondad y la misericordia de Dios. Ya no sólo los pastores, sino toda vocación de especial consagración. Tantas mujeres y tantos hombres que gastan su vida en la atención a tantas necesidades materiales y espirituales por todo el mundo, a veces en condiciones precarias y con todo tipo de carencias. El amor de Jesús buen pastor llega a muchísimas personas gracias a estas vocaciones que suponen la entrega de toda la vida, más allá incluso de todo voluntariado.
En este Año de la vida consagrada pedimos especialmente al Señor que no nos falten esas manos y ese corazón siempre dispuesto a llevar el amor del buen pastor a cada una de las personas necesitadas. Que el Señor conceda a su pueblo muchas y santas vocaciones que tiren de todo el Pueblo de Dios hacia la meta de la santidad, que nos recuerden los valores definitivos del Reino, en obediencia, castidad y pobreza, en la vida común o en la soledad del desierto. La vida consagrada es un bien de valor incalculable para la Iglesia y es la señal inequívoca de una familia, una comunidad, una diócesis renovada.
Domingo del Buen Pastor. Pidamos al Señor por todos los pastores de su Iglesia. Pidamos por todas las vocaciones de especial consagración, hombres y mujeres que entregan su vida al completo para que otros tengan vida eterna.
(Colaboración del padre Juan José Mettini fdp)
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