Unos humildes versos para ese árbol tan noble y de sabrosa fruta, que es el mango, ahora que estamos en plena temporada.
Con sus verdes lenguas brillosas
lame la blanca luz/
la azucarada piel el Fruto Supremo
que pende en lo más alto,
y con el caliente jugo amarillo
amamanta a sus retoños/
pequeños soles creciendo
acurrucados en su frondoso follaje.
En tiempos de Pomberos y Poras,
en la silente siesta pueblerina,
cuando el Sol apuñalaba
mis ojos -aun transparentes-
con sus dagas de plata
rebotando en la arena,
-solitario- aceché su dorado tesoro,
el denso mosto fermentado
por Enero en su alambique estival.
Mas, impasible era el fruto
a la infantil impaciencia
que clamaba sus dulzores,
e intrépido trepé -mil veces-
tus precipicios.
Igualé al Karayá, en el primitivo oficio/
el prensil arte de colgar de los vientos,
y vencí al Chový más goloso
en sus propios dominios turquesa.
Todo, por pintarme la cara y el alma
inocente de tu anaranjada alegría, sabrosa.
¡Árbol bendito, bendito Mango!,
brazo fuerte que surge de la tierra
y con la mano abierta se eleva
para obsequiar sus dones junto al cielo.
¡Árbol bendito, amigo Mango!,
ayer, en tu palma segura reposé la menudez
de mi recién estrenado ser,
y ahora, -que el otoño deshoja mi copa,
ya azotada por tantos temporales-
bajo las caricias de tus viejos dedos,
el recuerdo del tiempo aquel degusto,
el del gusto a tu zumo, hoy,
con sumo gusto evocado.
@elpoetaoculto845
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