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domingo, 20 de septiembre de 2020

Los jóvenes peregrinaron virtualmente a Itatí

Con la presencia de un reducido número de jóvenes itateños, el arzobispo de Corrientes presidió la Misa de la 41ª Peregrinación del NEA a Itatí.


A las 9 comenzó la celebración eucarística de la edición número 41 de la Peregrinación Juvenil del Nordeste Argentino a la Basílica de Nuestra Señora de Itatí. 

En este tiempo, marcado por la pandemia que obligó a modificar la manera de peregrinar ya que este año lo hicieron virtualmente, los jóvenes se unieron a través de las redes para participar de la santa Misa. 

El arzobispo de Corrientes, monseñor Andrés Stanivnik presidió la Eucaristía y concelebraron el obispo auxiliar, monseñor José Adolfo Larregain y el asesor de la pastoral de jóvenes de la Basílica, padre Edgardo Crotti. Animó el grupo Jopará de Itatí.

Al inicio de la celebración, y por cumplirse los 40 años de la Pastoral de Juventud Región Nea presentaron al altar una bandera con el logo que los identifica. 

La homilía estuvo a cargo del monseñor Larregain y luego de la comunión un joven itateño, en representación a tantos de la región, leyó el manifiesto. 

Antes de finalizar la Misa, monseñor Andrés anunció que recibieron un saludo muy especial, “un peregrino que por primera vez se une a caminar con nosotros, y además tuvo la delicadeza fraterna de enviar un video a monseñor Macín, obispo referente de la Pastoral de Juventud del NEA, se trata del papa Francisco”, finalizó. 

Noticias Itateñas transmitió en directo, por Facebook Live, la Santa Misa que fue seguida por cientos de usuarios de distintos lugares de la Argentina y el mundo.

Homilía de Monseñor José Adolfo Larregain 
Este año, debido a la Pandemia, no podemos peregrinar como lo hacíamos en años anteriores hacia la Basílica de Nuestra Señora de Itatí. Sin embargo, el Covid no impidió pensar en cómo acercarnos a nuestra Madre de manera virtual y compartir desde nuestros hogares la 41ª Peregrinación Juvenil del NEA, bajo el lema: “Cristo vive y con María lo anunciamos”. Saludamos y agradecemos especialmente a los jóvenes de las diócesis de Corrientes, Resistencia, Santo Tomé, Goya, Formosa, San Roque de Sáenz Peña, Posadas, Oberá, Puerto Iguazú y Reconquista. También a otros peregrinos que nuestra Madre convoca de diversas comunidades del país. La peregrinación virtual tiene alcances que ni imaginamos, superan nuestras expectativas: ¡Todos sean bienvenidos! 

Pensando en ustedes, queridos jóvenes peregrinos, la peregrinación me sugiere tres cosas: peregrinamos a casa; peregrinamos juntos; peregrinamos rezando. A casa, juntos y rezando. Ante todo, sentimos que peregrinamos a un lugar muy familiar, como es la casa de nuestra Madre, y como es de Ella es también nuestra. En su casa nos reconocemos como hijos y como hermanos. Ella nos espera, nos ama, nos ayuda. Su casa es un lugar de esperanza para todos nosotros. ¡Qué lindo es encontrarnos con una madre! Especialmente en estos tiempos de tristeza, de aislamiento, oscuridad, ¡qué bien estamos aquí! 

En segundo lugar, peregrinamos juntos. La peregrinación es un tiempo de gracia y de encuentro, de celebración personal y comunitaria: con Dios, la Virgen y nuestros hermanos. Aprendemos a conocernos más, aceptarnos y querernos. Lo hacemos peregrinando porque es un modo muy particular de sentir que no somos individuos aislados, sino que en cada canto que cantamos, en cada meditación y momentos de silencio, no estamos solos. Todo es parte de la peregrinación, desde que salgo de casa hasta regresar. Peregrinar me limpia la mirada de mi interior, de los otros y también de la casa, de donde salí y hacia la que regreso. La peregrinación, aunque sea virtual, es muy real si dejamos que Jesús peregrine con nosotros y lo dejamos que se quede entre nosotros. 

En tercer lugar, peregrinamos rezando. Rezamos con todos y en esa oración el peregrino pone toda su vida: cuerpo y alma. Es una oración sencilla y confiada que la hacemos unidos a todo el Pueblo de Dios. Mientras peregrinamos, queremos agradecer a Dios el año transcurrido, el don de la vida y la salud, el estudio, y los amigos y amigas. Pero, en este año tan difícil y tan diferente a los otros años, nuestra oración se convierte también en un clamor que llegue al corazón de nuestra Madre para que nos cuide y nos enseñe a cuidarnos entre todos; que los cambios muy profundos que se están dando: cambios mundiales, sociales, económicos, celebrativos, etc., sean una oportunidad para darnos cuenta que todos vivimos en la única casa grande, que todos somos de alguna manera peregrinos y que tenemos que tratarnos con más cariño, respeto y disposición para socorrer a los pobres y a los que más sufren. Para nosotros y para todos, pedimos, por intercesión de María que su presencia materna nos de la fuerza y esperanza necesarias para poder continuar por el camino de la vida. La miramos, nos tomamos de la mano de María de Itatí, aquí presente y seguimos caminando en lo cotidiano con una esperanza nueva. 

Fíjense cuánta luz nos brinda la Palabra de Dios en este domingo para nuestra peregrinación. En la primera lectura que acabamos de escuchar, que corresponde al profeta Isaías, cinco veces aparece la palabra “camino”. A la par cinco veces la palabra “plan”. Ambas expresiones se complementan para oponer los del “Señor” a los de “los hombres”. Este pensamiento nos exhorta a confiar en el Señor sabiendo que nada escapa a su previsión y que sus designios tienen un sentido, porque es “justo en todos sus caminos”, como hemos escuchado en el Salmo. Es tarea nuestra ser buscadores de Dios y de su voluntad, dejarnos encontrar por Él. 

Seguir sus caminos implica sintonizar con Él y comprometernos con el proyecto de su Reino: artífices de justicia, constructores de paz, testigos de la verdad, compromiso con la casa común, que es de todos, la tenemos que cuidar, respetar, valorar. Está en nosotros qué camino queremos elegir, como muy bien nos dice la Didajé –Enseñanza de los doce Apóstoles-: “hay dos caminos el de la vida y de la muerte y grande es la diferencia que hay entre los dos. Elige el camino de la vida y vivirás”. 

En la segunda lectura, San Pablo vive una profunda disyuntiva, se siente tironeado. No sabe qué atesorar como más importante: morir para vivir o vivir para morir: “para mí la vida es Cristo y morir significa una ganancia”. Ambas se complementan y son realidades en el apóstol. Vivir para seguir a Jesús implica un morir todos los días al hombre viejo: “soy yo mas no soy yo, es Cristo quien vive en mí”. ¡Qué fe la de Pablo, que vive apasionadamente el día a día en perspectiva creyente que hace que lo verdaderamente terrible sea el perder la comunión con Cristo! 

Hemos proclamado el evangelio de la parábola de los obreros en la viña, como generalmente se la suele llamar. Es una parábola sorprendente y provocativa. Desde el ángulo de la mirada del amo bueno y generoso tenemos algunos aspectos interesantes para el hoy de cada uno de nosotros: nos deja un mensaje sobre Dios Padre, sobre las actitudes de Jesús y un mensaje para los discípulos. 

Sobre Dios Padre, su bondad es infinita, rompe nuestros esquemas y criterios: “los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos”. Su bondad y su justicia no se identifican con nuestras medidas humanas: “¿por qué tomas a mal que yo sea bueno?”. La relación con Dios no es mercantil ni laboral: peón-patrón, empleado-empleador, contratista-cliente. ¡Cuánto daña imágenes asociadas a estas miradas! 

Sobre su hijo Jesús, la actitud es de salir, recibir, acoger a los pecadores y marginados, a los que no tenían lugar, los despreciados. Esta actitud no es comprendida, se la critican, desata ira en aquellos que se consideraban los herederos exclusivos de las antiguas promesas de la salvación. 

Los discípulos se pueden confundir y puede aparecer envidia en lugar de gratitud ante el padre que perdona y recibe a todos. Es una opción muy grande que hay que hacer, un camino de conversión profundo, cambiar criterios en la cabeza y el corazón. La relación de Dios con nosotros es de Padre, de amor y gratuidad. Es un misterio de amor insondable que rompe todos nuestros cálculos. 

Le pedimos que su palabra llegue a lo profundo de nuestra alma, que cada uno de nosotros nos sintamos agradecidos por ser llamados a trabajar en su campo a la hora que Él quiere. Hemos escuchado en la parábola que Él mismo sale cinco veces a buscar/contratar jornaleros para su viña. No parece que el rendimiento en el trabajo sea una preocupación, lo que quiere es que ningún jornalero se quede un día más sin trabajo ni sin el pan. La paga es un denario, lo que cualquier familia campesina de esa época, en la Galilea necesitaba para vivir con dignidad. 

Nunca nos deja de sorprender la bondad de Dios, no es fácil creer en esa bondad, vivir, actuar, proceder de acuerdo a ella en actitudes y criterios en el día a día. Escandaliza que Dios sea así, bueno con todos –lo merezcan o no-, sean creyentes o no lo sean, invoquen su nombre o vivan a espaldas de Él. 

Esta es la buena noticia que nos anuncia Jesús: nos invita a acoger el amor gratuito de Dios y a construir entre nosotros relaciones profundas, fundadas en la bondad y gratuidad del amor en lugar de oscuros y mezquinos intereses atravesados por la cizaña de la envidia, miserias, ambiciones, avaricias y egoísmos. Es una invitación a confiar más en sus caminos y pensamientos que en nuestros caminos y razonamientos. Que desafiante es para nuestro hoy de pandemia, desde la perspectiva de esta parábola y teniendo en cuenta la falta de trabajo, del pan en la mesa; que podamos pensar desde otros criterios, que no sean los únicos los del mercado, el consumo y la producción sino la posibilidad generosa para todos, frutos de la magnanimidad. 

Dios no se deja ganar en misericordia, que nosotros podamos superar nuestras rigideces e intransigencias. Que nuestra tierna Madre de Itatí nos ayude a ser testigos comprometidos de ese amor de Dios que concede esperanza, luz, confianza, alegría, consuelo, paz, en el mundo de hoy. Queridos hermanos: ¡Cristo Vive y con María lo anunciamos: queremos ser sus testigos! 

Monseñor José Adolfo 

Manifiesto de los Jóvenes 
XLI Peregrinación Juvenil a Itatí 
Cristo vive y, con María, lo anunciamos 

Una vez más, los jóvenes de la Región NEA nos encontramos en torno a la tiernísima presencia de María en Itatí. Presencia maternal que es aguijón y caricia a la vez, presencia que nos impulsa y nos contiene, nos envía a la misión y nos sostiene en ella, presencia cercana y amorosa imprescindible en estos tiempos de tantas distancias. 

Mientras iba avanzando la certeza de que este año la Peregrinación no iba a poder ser realizada de la manera tradicional, nuestro corazón se llenaba de preguntas y angustias. La pandemia hizo que todos nos encontráramos asustados y perdidos, frágiles y desorientados. La tempestad desenmascaró nuestra vulnerabilidad y dejó al descubierto las seguridades falsas y superficiales con las que solemos construir nuestras agendas, nuestros proyectos y prioridades. Todo parecía oscurecerse, pero, en la noche, el corazón creyente espera el brillo de la aurora. 

Y así, Madre, heridos de ansiedad, buscando compasión, venimos nuevamente a tu altar en peregrinación. Llegamos, y en tu paz descansa nuestro corazón. Te hablamos y, al rezar, nuestra voz se hace canción. Necesitamos saber que estás, curando el alma de nuestro pueblo, sanando el corazón de los jóvenes. 

Nuevamente te necesitamos, Madre querida, ya que no solo nuevas dificultades han aparecido en nuestra vida, sino que se han profundizado aquellas que ya veníamos viviendo hace largo tiempo. Muchos de nuestros hermanos jóvenes padecen la marginación y la exclusión social. Pobreza, desocupación, sinsentido, adicciones, suicidio, violencia… son solamente algunos de los rostros sufrientes de cada vez más pibes de nuestra Región. 

No queremos ser una Iglesia que no llora frente a estos dramas de sus hijos jóvenes. Hermanos, nunca, jamás, nos acostumbremos a estas situaciones de dolor. Quien no sabe llorar no es madre, por eso, nosotros queremos llorar para que la sociedad también sea más madre, como María, para que en vez de matar aprenda a parir. 

Lloramos cuando recordamos a nuestros hermanos jóvenes que ya han muerto por la miseria, la violencia, la enfermedad o la tristeza del sinsentido. Ese dolor no se va, camina con nosotros, porque la realidad no se puede esconder. No queremos estar anestesiados con otras noticias, distracciones o banalidades. 

Queremos ser una comunidad que haga resonar las Bienaventuranzas de Jesús en esos corazones sufrientes, con gestos y ayuda concretos, abrazando siempre a la vida como viene y dando la esperanza de la Vida abundante del Resucitado. 

Esa es la buena noticia que se nos regaló en la mañana de la Resurrección: que de todas las situaciones oscuras o dolorosas hay salida. Jesús siempre sale a nuestro encuentro para transformar nuestro luto, nuestro dolor en alegría. Podemos sentirnos débiles, cansados, desilusionados; pero con Jesús nunca falta la esperanza. Jesús, lleno de vida, siempre puede hacer nuevas todas las cosas en nosotros. Esta es nuestra esperanza, la que no nos podrá ser robada, silenciada o contaminada. 

Y esa fe que siempre espera en Jesús, se traduce en fe y esperanza en nuestra juventud. Estamos convencidos de que cada uno de nosotros, jóvenes, tiene en su interior un profundo deseo de Dios, hermosos sueños de fraternidad y valiosos talentos. Es por eso que tenemos que atrevernos a ser más, atrevernos a ser lo que Dios nos llama a ser, y así ser plenamente nosotros mismos. No privemos a los otros, al mundo y a la Iglesia de ese aporte que solo cada uno de nosotros puede hacerle, siendo únicos e irrepetibles. Solo de esta manera, podremos ser felices, podremos brillar y encender luces en los otros. 

Dejándonos acompañar por Jesús y por tantos testigos suyos, queremos también nosotros hacernos compañeros de camino de tantos jóvenes que andan sin rumbo, queremos compartir con ellos alegrías y esperanzas, angustias y tristezas. Pero, sobre todo, volar alto juntos, con nuestros sueños. Unidos tenemos una fuerza invencible. Vamos a entusiasmarnos por una vida comunitaria comprometida, seamos capaces de grandes sueños y grandes sacrificios por nosotros, por los demás y por la comunidad. 

Queridos jóvenes, hermanos, amigos, nuestra Madre mira y cuida a este pueblo peregrino del NEA, pueblo de jóvenes amado por ella, que la busca constantemente y la ama incondicionalmente. Con ella somos testigos de que Jesús está vivo, esa es nuestra mayor alegría, y eso es lo que queremos gritar hoy y siempre. Como hizo con su Hijo en aquella fiesta, hoy nos da ese necesario empujón que nos mueve a esta hermosa misión de llevar la esperanza y la alegría del Resucitado a cada rincón, a cada joven del NEA. 

Somos pueblo joven que busca y va 
tras la soñada tierra sin mal. 


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