El padre Feliciano de los Mozos presidió la Misa de la Fiesta Mensual de María de Itatí, que fue transmitida en directo por Noticias Itateñas. Compartimos la homilía.
1 - Una reflexión del Evangelio de hoy. ( Juan 5,1-16 )
Estar enfermo no le gusta a nadie. Un simple resfriado nos altera el ritmo de vida, no nos deja respirar, no podemos hablar y no apetece rezar. A veces ni dormir podemos. Y tenemos miedo a enfermarnos, y más de Covid. A mí me toco estar encerrado 43 días en los meses de octubre y noviembre pasados a causa de la rotura de un tendón y la operación que tuve. Algunos ha tenido que estar una semana encerrados por cuarentena, y se les ha hecho un mundo. No puedo siquiera imaginarme treinta y ocho años paralizado.
Y en circunstancias así, solo queda rezar y confiar en Dios.
El paralítico del Evangelio de hoy tuvo un encuentro con Jesús que le cambió la vida. Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice: «¿Quieres quedar sano?». Él enfermo recuperó la salud, se levantó y anduvo con la dignidad de un verdadero hijo de Dios. Aunque no fue fácil.
Había muchos enfermos en esa piscina, pero Jesús miró al paralítico en particular. Jesús sabía que ese hombre llevaba mucho tiempo allí, esperando la sanación. Le miró con ojos llenos de amor, y le tendió la mano. Con esa mirada nos mira a cada uno de nosotros. Sabe que nos hace falta una sanación radical, para liberarnos de nuestras parálisis, que desde hace poco o mucho tiempo nos impiden seguirle con libertad.
De ti depende aceptar o no esa sanación. En esta Cuaresma, acércate al sacramento de la Reconciliación, y siente que, de nuevo, puedes caminar con total libertad. Será para ti más fácil que para el paralítico del Evangelio. Nadie te va a mirar mal, y tú te sentirás mejor. Como nuevo. Como Dios quiere.
2 - Hoy se conmemora al Santo Cura Brochero, patrono del clero argentino
El P. José Gabriel del Rosario Brochero, más conocido como el Cura Brochero, o “el cura gaucho”, fue proclamado santo el 16 de octubre del 2016, convirtiéndose en el segundo santo argentino después de Héctor Valdivieso Sáenz. El 4 de noviembre de ese año, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos notificó a la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) que el “cura gaucho”, como también se le conoce, sería canonizado y se le nombraría patrono del clero argentino.
El día del anuncio de su canonización, la CEA divulgó un comunicado expresando que el Cura Brochero constituía un modelo de vida por su “celo misionero, su predicación evangélica y su vida pobre y entregada… es modelo para todos”. Además, los obispos de Argentina lo declararon “imagen viva de lo que hoy el Papa Francisco nos invita como Iglesia en salida”.
El Papa siente especial admiración por el Santo Cura Brochero, como lo dejó en claro en 2013 cuando en una misiva escribió: “El Cura Brochero tiene la actualidad del Evangelio, es un pionero en salir a las periferias geográficas y existenciales para llevar a todos el amor, la misericordia de Dios… No se quedó en el despacho parroquial, se desgastó sobre la mula y acabó enfermando de lepra, a fuerza de salir a buscar a la gente, como un sacerdote callejero de la fe”, resaltó en esa ocasión el Santo Padre.
José Gabriel del Rosario Brochero nació el 16 de marzo de 1840, por eso hoy celebramos su fiesta. El “cura gaucho” murió ciego, contagiado de la lepra. El P. Guido Ricotti, actual párroco de Villa Cura Brochero afirmó: “Murió de la forma en que vivió, con mucha humildad y sencillez”.
En enero del 2016 el Santo Padre aprobó el milagro que posibilitó su canonización. Se trató de la curación y recuperación de la niña Camila Brusotti, de San Juan, Argentina, que había quedado al borde de la muerte tras ser víctima de una golpiza feroz. Una vez más, los daños eran de tal magnitud que una recuperación era imposible desde el punto de vista científico. La gracia de Dios, por intercesión del Santo, hizo posible que la niña se recupere completamente.
3 – AÑO DE SAN JOSÉ
Con la Carta apostólica Patris corde (Con corazón de padre), el Pontífice recordaba el 150 aniversario de la declaración de san José como Patrono de la Iglesia Universal y, con motivo de esta ocasión, a partir del 8 de diciembre de 2020 venimos celebrando un año dedicado especialmente a él.
“Un padre amado, un padre en la ternura, en la obediencia y en la acogida; un padre de valentía creativa, un trabajador, siempre en la sombra”: con estas palabras el Papa Francisco describe en la Carta apostólica PATRIS CORDE a san José de una manera tierna y conmovedora. De hecho, fue el Beato Pío IX con el decreto Quemadmodum Deus, firmado el 8 de diciembre de 1870, quien quiso este título para san José.
En el trasfondo de la Carta apostólica, está la pandemia de Covid-19 que -escribe Francisco- nos ha hecho comprender la importancia de la gente común, de aquellos que, lejos del protagonismo, ejercen la paciencia e infunden esperanza cada día, sembrando la corresponsabilidad. Como san José, "el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta". Y sin embargo, el suyo es "un protagonismo sin igual en la historia de la salvación".
Sólo subrayo algunas características de San José:
• Padre amado, tierno y obediente.
En él, "Jesús vio la ternura de Dios", la ternura que nos hace “aceptar nuestra debilidad", porque "es a través y a pesar de nuestra debilidad" que la mayoría de los designios divinos se realizan.
• José es también un padre en obediencia a Dios: con su "fiat" salva a María y a Jesús y enseña a su Hijo a "hacer la voluntad del Padre".
• Padre en la acogida de la voluntad de Dios y del prójimo
Al mismo tiempo, José es "un padre en la acogida", porque "acogió a María sin poner condiciones previas”.
• Padre valiente y creativo, ejemplo de amor a la Iglesia y a los pobres
Patris corde destaca "la valentía creativa" de san José, aquella que surge sobre todo en las dificultades y que da lugar a recursos inesperados en el hombre.
• Padre en la sombra, descentrado por amor a María y Jesús
Él, de hecho, "fue capaz de amar de una manera extraordinariamente libre", "sabía cómo descentrarse" para poner en el centro de su vida no a sí mismo, sino a Jesús y María.
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