Lecturas: Eclesiástico. 24,1-2.8-12; Efesios 1,3-6.15-18; San Juan 1,1-14.
En el Antiguo Testamento, la Sabiduría es presentada como una persona, la Palabra de Dios. El mundo fue creado y redimido por la Sabiduría vino a habitar entre el pueblo.
San Juan el discípulo amado del Señor, define perfectamente "quién es esta Sabiduría", nada menos que Jesucristo, quien de Santa María Virgen nació, nos habló del Padre y nos redimió en la Cruz. Pero Resucitó.
Él es la última Palabra del Padre, la auténtica hecha visible, la persona enviada por Dios como Hijo unigénito del Padre. Es decir después de lo hablado por el Señor Jesús, Dios Padre no tiene más que decirnos. De ahí se desprende que las apariciones de la Virgen tiene un único sentido, llevarnos a Jesús y a vivir su mensaje.
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Y la Palabra (Jesús) se hizo hombre y habitó entre nosotros.
Esa Palabra se dio a todos por igual, pero especialmente a los sufrientes, pobres, paralíticos, lisiados. También de modo especial se nos da a nosotros. Solo una cosa es necesaria, abrirle el corazón.
Jesús te amo, deja que te ame más, el amor por ti, siempre es poco, pero ayúdame a entender que te amo en todo hombre que camina conmigo en la historia. El amor no es abstracto, es algo muy concreto.
(Colaboración del padre José Quintan Peña fdp)
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