Páginas

domingo, 28 de febrero de 2021

Frente a la Basílica: Monseñor Stanovnik presidió la Misa de apertura del año pastoral en Itatí

Debido a la situación sanitaria por la pandemia, la celebración se realizó afuera del santuario.


El arzobispo de Corrientes, monseñor Andrés Stanovnik presidió, en la mañana del domingo, la santa Misa de apertura del año pastoral. Concelebraron el obispo auxiliar, monseñor José Adolfo Larregain, el rector del santuario de Itatí padre Porfirio Ramírez, el vicario general de la arquidiócesis padre José Billordo y sacerdotes asesores de distintas pastorales y comunidades arquidiocesanas.

Este año el lema que ilumina el año pastoral es: “San José, con corazón de padre, custodia nuestra fe”.

Por la situación de pandemia, la Eucaristía se celebró en un escenario armado junto a la plaza Fray Luis de Bolaños, frente a la Basílica.

En la plaza se ubicaron los sacerdotes, los integrantes de grupos de las distintas parroquias y peregrinos que llegaron a Itatí.

Al finalizar la celebración se saludó a la imagen peregrina de la Virgen de Itatí que estuvo junto al altar. Portada por sus custodios fue trasladada nuevamente hasta la Basílica acompañada por los aplausos y ¡vivas! de decenas de peregrinos.

Esta celebración fue transmitida en directo por Noticias Itateñas a través de Facebook Live y fue seguida por un gran número de usuarios.



Homilía de Monseñor Stanovnik

Aquí, junto a Ella, la Señora y tiernísima Madre de Dios y de los hombres, queremos iniciar el Año pastoral en nuestra arquidiócesis, como lo venimos haciendo todos los años. No queremos dar el primer paso sin Ella, porque en su compañía y contemplándola aprendemos a dejar que el Espíritu Santo ilumine y haga fecunda nuestra vida y actividad pastoral. Además, el papa Francisco nos propuso dedicar este año a San José, al cumplirse 150 años de la declaración como patrono de la Iglesia Católica, a quien también invocamos hoy para que nos enseñe a responder sin demoras a las inspiraciones del Espíritu, así como lo hizo él aún en situaciones muy difíciles.

Al mismo tiempo, este año se cumplen cinco años de la Exhortación Apostólica Amoris laetitia, del papa Francisco, donde trata sobre el amor en la familia. Con motivo de esta conmemoración, el Papa anunció la celebración de un Año de la Familia, que se inaugurará en la próxima solemnidad de San José y concluirá con la celebración del Décimo Encuentro Mundial de las Familias, que tendrá lugar en Roma en junio de 2022. El Año de San José y el Año de la Familia no se superponen, sino que están estrechamente vinculados entre sí y por ese motivo el Santo Padre encomendó el Año de la Familia a “la Sagrada Familia de Nazaret, en particular a San José, el esposo y padre solícito”. Con creatividad pastoral iremos viviendo estrechamente vinculados los dos acontecimientos.

Los “dos años simultáneos” nos invitan reflexionar sobre la Familia de Jesús, con un destaque particular a la figura de San José. Él, junto a Santa María, esposos y padres, ambos a la par se hicieron amorosamente responsables de su hijo Jesús, con el único deseo de hacer lo que Dios quiere y no lo que a ellos les parecía mejor. ¡Cuántas veces se les hizo cuesta arriba obedecer lo que Dios quería para ellos! Recordemos, por ejemplo, cuánto le habrá costado a San José comprender la voluntad de Dios cuando tuvo que tomar al Niño y a su Madre y huir a Egipto para salvar sus vidas (cf. Mt 2,13-14). ¡Con qué actitud varonil llevó a cabo esa empresa! Se hizo cargo de la vida de su esposa y de Jesús, los cuidó y acompañó sin perder la confianza en Dios, que jamás abandona a aquellos que confían en él.

Hace mucho que se viene maltratando la identidad del varón y también de la mujer. Desdibujadas esas identidades, sufre la vocación a la maternidad y a la paternidad, dos notas esenciales que distinguen respectivamente a la mujer y al varón. Necesitamos recrear permanentemente la familia como Dios mismo la soñó al crear al hombre a su imagen y semejanza, tal como la recibimos sustancialmente de nuestros padres y abuelos, y está en nuestras raíces culturales y religiosas. Somos lo que hemos recibido y solo a partir de allí podemos crecer y madurar. El que corta sus raíces, deja de ser él y se convierto en otra cosa, seca su vida y, al final, la desperdicia y termina siendo infeliz. Por eso es providencial que el Papa nos brinde un año para destacar la figura de san José como un padre que refleja la ternura de Dios; es ejemplo de escucha y obediencia a la voluntad de Dios; se distingue por su grandeza en acoger a María tal como era y como estaba; muestra su valentía creativa para arreglarse con poco, no desesperarse y salir adelante; que trabaja para el sustento de su familia; y con esa capacidad de paternidad madura que goza con el crecimiento de su hijo, mientras él va desapareciendo en la sombra.

¡Cuántas cosas profundas y bellas nos brinda el amor vivido en libertad y verdad! Y, ¡qué daño inmenso causa un pensamiento libertario que pretende romper con todo e instalar nadie sabe bien qué proyecto de ser humano y de sociedad! Empecemos el año contemplando la Sagrada Familia de Jesús, María y José, porque en ninguna otra parte vamos a encontrar valores tan humanos, ni proyecto más humanizador, que el modelo que Dios nos ofrece y que, en medio de la crisis de identidades y de proyectos, aparece cada vez más hermoso y deslumbrante. “La lógica del amor es siempre una lógica de la libertad –leemos en la carta del Papa–, y José fue capaz de amar de una manera extraordinariamente libre. Nunca se puso en el centro. Supo cómo descentrarse, para poner a María y a Jesús en el centro de su vida” (PC 7).

La liturgia del segundo domingo de Cuaresma nos entrega el texto de la Transfiguración de Jesús, que acabamos de proclamar en el Evangelio. Mediante ese luminoso y extraordinario acontecimiento Jesús levantó el ánimo decaído de sus discípulos, después de escuchar que para seguirlo había sufrir, que su misión acabaría en el fracaso de la cruz y que las fuerzas del mal pondrían a prueba la propuesta del Evangelio. Una vez más, Jesús nos dice “No tengan miedo”, y hasta la voz del Padre lo confirma: «Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo» (Mc 9,7). ¡Qué bien nos hace recibir ese mensaje de aliento al iniciar nuestras actividades apostólicas! También nosotros estamos aquí, como en el monte de la Transfiguración, para contemplar a Jesús deslumbrante y así no desfallecer en el camino.

Así como los discípulos de Jesús tuvieron que pasar la dura prueba de la adversidad, así también le sucedió a José. Al verlo, impresiona su serenidad y su capacidad de enfrentar los contratiempos; cautiva con su inconmovible confianza en Dios, su perseverante resistencia en soportar situaciones de emergencia y precariedad junto con María y con Jesús. ¡Qué bien nos hace contemplar a san José fuerte, resiliente, y totalmente confiado en Dios! Nos anima a convertirnos en este tiempo de Cuaresma, disponiendo nuestro espíritu para iniciar con entusiasmo el año pastoral.

También el pasaje de la primera lectura nos muestra a Abraham, quien puesto ante una prueba muy severa no vaciló en obedecer la voz de Dios y por ello fue ampliamente bendecido (cf. Gen 9,15-18). En ese espíritu les escribe san Pablo a los cristianos de Roma para decirles que no se desanimen ante las dificultades, porque si Dios está con nosotros, quién estará contra nosotros, es decir, nadie ni nada podrá separarnos del amor de Cristo (cf. Rm 8,31-34). “Lejos de nosotros el pensar que creer significa encontrar soluciones fáciles que consuelan. La fe que Cristo enseñó es, en cambio, la que vemos en san José, que no buscó atajos, sino que afrontó “con los ojos abiertos” lo que le acontecía, asumiendo la responsabilidad en primera persona” (PC 4). Que el bueno de san José nos acompañe durante todo este año para que nos mantengamos firmes en la fe y perseverantes en la caridad.

Los invito a que repitamos juntos el lema que nos acompaña durante este año: "San José, con corazón de padre, custodia nuestra fe". La repetimos respondiendo todos con la segunda parte: “custodia nuestra fe”: San José, con corazón de padre, todos: custodia nuestra fe. Y para mantener viva la memoria de estos dos años jubilares, alternemos al final de nuestras misas alguna de las hermosas oraciones a la Sagrada Familia y a San José que el Papa nos ofrece al final de sus respectivos documentos.

Y para finalizar los invito a que hagamos nuestra la súplica cuaresmal con la que el Santo Padre concluye la carta sobre san José: “No queda más que implorar a san José la gracias de las gracias: nuestra conversión”. De la mano de nuestra Tierna Madre de Itatí, recemos juntos la bella y profunda oración que está al final de la mencionada carta: “Salve, custodio del Redentor y esposo de la Virgen María. A ti Dios confió a su Hijo, en ti María depositó su confianza, contigo Cristo se forjó como hombre. Oh, bienaventurado José, muéstrate padre también a nosotros y guíanos en el camino de la vida. Concédenos gracia, misericordia y valentía, y defiéndenos de todo mal. Amén”.

†Andrés Stanovnik OFMCap
Arzobispo de Corrientes

No hay comentarios:

Publicar un comentario