Itatí se distinguió como avanzada de la civilización. Corrientes vivía más tranquilo cuando Itatí gozaba de poderío. Era como un centinela, un alcázar, que impedía el atropello de los naturales salvajes a la ciudad de Vera. Pero Itatí era también abastecedor de la población ciudadana con sus sembradíos de trigo y maíz. Itatí alimentaba a Corrientes con sus graneros y sus vaquerías. De aquí la natural codicia de las tribus de los alrededores del sur como del norte.
En el siglo XVIII, hacia 1.748, corrió el inminente peligro de ser arrasada e incendiada por una verdadera avalancha de indios no reducidos o alzados que se acercaron desde el sur por lo que ahora es Ramada Paso a galope tendido para caer sobre el pueblo. A escape de sus corceles el capataz y sus peones de San Isidro llegan con la noticia a la población. Se intenta una defensa a todo correr por los pobladores armados, pero la mayoría de mujeres, ancianos y niños acuden afligidos al templo a implorar a su Madre el remedio y la fuerza para contrarrestar una segura muerte, de exterminio total.
Seguro de su triunfo y gustando del pillaje atropellan en desordenada carga apenas a una legua del pueblo. Pero interviene la providencia de la bendita Madre. Se abre un cauce profundo y torrentoso entre el Yaguarí y San José que impide a la caballería avanzar. Es el Atajo salvador. Retrocede la indiada y se dispersa. Itatí está a salvo.
El foso del Atajo conserva su sentido histórico en las prácticas populares; los peregrinos que llegan a Itatí ingresando por Ramada Paso, cruzan el puente del Atajo, realizando así su último esfuerzo de marcha hacia el Santuario. Actualmente allí se erige un humilladero inaugurado el 8 de diciembre de 1.943 para conmemorar el acontecimiento notable. En los últimos años fue víctima de varios atentados, incluso en una oportunidad rompieron la imagen de la Virgen.
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