En unos días nuestro querido pueblo cumplirá sus 405 años, he aquí 87 años previos a su fundación oficial relatados en este poema.
1528
I.
Mil quinientos veintiocho,
año de Nuestro Señor,
época de guaraníes
en su mayor esplendor.
Dominan la tierra firme,
las islas, ríos y arroyos,
la pesca, caza y cultivo
del maíz y del poroto.
En Yaguary está su aldea,
en la ribera del río,
donde los techos de paja
destacan al caserío.
“Lobo Feroz”, su cacique,
en guaraní: “Yaguarón”,
no hay mejor nombre que indique
lo bravo de este varón.
Vive la tribu su vida,
igual como sus ancestros,
de toda cosa aprendida
fueron los padres, maestros.
II.
Pero…, algo hoy sucede
y que altera sus rutinas,
que sus mentes no comprenden
ni conocen sus retinas:
a lo lejos se divisan
dos fantasmas sobre el río,
(lo que fantasma es al indio
son para el blanco, navíos).
Corta las aguas bermejas,
intrépido bergantín,
hinchadas trae de viento
las velas color marfil.
Muy cerca lo sigue, atrás,
veloz y marcial galera,
sobre la estela fugaz
de aquel que la precediera.
De pronto frenan sus vuelos
los fantasmas sobre el río,
bajando sus alas blancas
y anclando ante el caserío.
Es Gaboto, el veneciano
que a España juró servir,
buscaba para el imperio
nuevas tierras descubrir.
Pero, oyendo de un “Rey Blanco”,
de oro y plata cubierto,
ambicionando fortunas
viró hacia estos puertos.
Mas, al hambre de riquezas,
que al capitán desespera,
famélicos tripulantes
e inanición lo superan.
Debe obtener alimentos
y guías hacia el tesoro
y halla aquí una tribu
que los trata con decoro.
Lo recibe el gran cacique,
con suma hospitalidad,
pues, no sabe de avaricias
ni mísera mezquindad.
Colma sus buques al tope,
de víveres lo atiborra,
y bríndale para el viaje
el guía que lo socorra.
III.
Inicia así su camino
este bendito lugar,
el noble y santo destino
de ser refugio y de dar.
Con “Puertos de Santa Ana”
o “Casas de Yaguarón”,
Gaboto nombra a estas tierras
que pronto son “reducción”.
Fraile ilustre, franciscano,
es el primer reductor,
que a los nativos hermanos
les enseña con amor.
Luís Gámez, el fraile,
sacrificado varón,
esparce ferviente al aire
las palabras del Señor.
IV.
Llega luego a estos parajes
el prodigioso Bolaños,
que ha convertido a salvajes
en pacíficos rebaños.
Trae la Imagen Sagrada
de las tierras del Guairá,
será la más venerada
que estas regiones verá.
“Pura y Limpia Concepción”
de nuestra Virgen María,
es la dulce advocación
que fray Bolaños traía.
Se erige una humilde ermita
con piedras del Paraná,
será la primer casita
que a la Madre guardará.
Crece el poblado nativo
rodeando la capilla,
también el verde cultivo,
del caserío a la orilla.
Prospera el indio en sus tierras,
aprende número y letra,
olvida las viejas guerras,
la música lo embelesa.
En guaraní el catecismo
se lo enseña fray Bolaños,
lo convierte al cristianismo
en lengua de sus antaños.
V.
Por la abundante cosecha
en chacras y corazones
la infiel codicia lo acecha
y, cruel, lo invade en malones.
Con arcos, flechas y lanzas
atacan la población,
robando no les alcanza
e incendian la Reducción.
Huyendo a su territorio,
tras miserable faena,
del destruido oratorio
roban la imagen morena.
La tristeza en Yaguary,
por la Patrona y Señora,
el indio fiel guaraní
entre las ruinas la llora.
Pero una madre no puede
sus hijos abandonar
y en una piedra, Ella, quiere
hacerse pronto encontrar.
Por designio misterioso
el indio de aquel malón
deja el botín más precioso
que se robó en la invasión.
En un lugar de barrancas,
de nombre “La Calería”,
en bellas riberas blancas
la indiada la dejaría.
Son niños los que la encuentran,
dos hijos del fiel José,
a quien conducen y muestran
la inspiración de su fe.
Éste, lleno de alegría,
corre avisando al poblado,
¿quién contenerse podría
por un tesoro encontrado?
Para buscarla dirige,
el fraile, una comisión
y al regresarla la erige
en solemne procesión.
Con grandes fiestas y honores
se recibe a la Señora,
quien, pronta, sana dolores
y enjuga a los que lloran.
VI.
Crece en gracia este bendito
pueblo de Nuestra Señora
y se convierte en un hito,
temprana luz en la aurora.
Y llega así a su esperada
jornada de bendición,
a su bienaventurada
gran e ilustre fundación.
El séptimo de diciembre
es aquel día escogido,
en el mil seiscientos quince,
de Nuestro Señor, el Ungido.
Y al borde del grandioso
Paraná, en las orillas,
el insigne fray piadoso,
Bolaños, lo inmortaliza.
Vuelven los buenos momentos
al añejo Yaguary,
mas…, dos antiguos tormentos
angustian al guaraní:
la tierra es baja y el río,
en periódicas crecidas,
inunda este caserío,
la chacra, y, falta comida.
Por esta misma razón,
de ser las tierras muy bajas,
lo asecha siempre el malón,
que de esto saca ventajas.
Como Moisés a Israel
sacó de aquel reino extraño,
saca a este pueblo tan fiel
hacia otras tierras Bolaños.
Y se nombra “Taba Cué”
al sitio que fue dejado,
es decir: “pueblo que fue”,
en guaraní bien hablado.
Siendo el suelo prometido
el mismo, hermoso lugar,
que María había elegido
para podérsela hallar.
Son la “tierra prometida”,
las bellas, altas barrancas,
de verde selva tupida
y hermosas riberas blancas.
El poblado se levanta,
de la iglesia en rededor;
se reza, trabaja y canta;
se inicia un tiempo mejor.
@elpoetaoculto845
No hay comentarios:
Publicar un comentario