La casa está dominada por el silencio. Muy temprano, cuando aún no sale el sol, el músico-poeta, autor de miles de melodías, está creando, inspirado en Corrientes y su gente. Escribe. Los temas que lo motivan: la Virgen de Itatí, las misiones jesuíticas, los guaraníes y su idioma, Corrientes y sus pueblos.
Imprevistamente, deja el escrito. En su mente emerge una melodía. Un pequeño grabador, que está al alcance de la mano, a disposición del autor de temas musicales memorables, imborrables de la memoria colectiva, le servirá para dejar a la posteridad lo que el genio le dicta. “Pocho” tomará su guitarra, y la música comenzará a fluir. Los latidos de la guitarra, o un simple silbido, quedarán grabados, para luego ser archivados, esperando el momento de ser orquestados y editados.
Así vive, casi las 24 horas del día, se llama Gonzalo del Corazón de Jesús Roch, más conocido por el pueblo sólo como Pocho Roch.
Su verbo es el chamamé. Su idioma; el guaraní; su pasión: Corrientes y su gente. Es uno de los grandes de la música de estas tierras, junto a inolvidables como Mario del Tránsito Cocomarola, Eustaquio Miño, Isaco Abitbol, Ernesto Montiel y tantos otros.
“Hablo con la música; Dios me ha dado un don; compongo desde los 16, y tengo 72”, dice a NORTE, al que recibió en su casa con los brazos abiertos y amigos, para mostrar parte de su vida y su obra.
Su casa es un gran archivo. Las paredes prácticamente no se ven, están tapadas por estanterías enteras de cajas con libros, papeles, fotocopias, videotapes, casetes y discos. Separados por temas, se leen algunos rótulos: mate, diccionarios guaraníes, música jesuita, diccionarios de castellano, grabaciones inéditas, y muchos más.
Un gran archivo que ocupa varios ambientes de su casa. En el más visible de ellos, pegado al living, hay una computadora y un equipo de música. De la boca de la impresora, que está al lado de computadora, asoma una hoja con la letra de una canción.
“El hablar de nuestro patrimonio cultural correntino es encender la llama de los sentimientos queridos más profundos, y las que iluminaron el sendero milenario de nuestras tradiciones, de generación en generación y, fundamentalmente, las originadas en la matriz de su cultura religiosa, como lo es muestra expresión cultural musical más auténtica: el chamamé”, dice Pocho Roch, y agrega: “La expresión cultural musical original del hombre es el canto, donde se unen los dos bienes esenciales: la palabra y la melodía. Y el ritmo primigenio también se origina en el interior del ser humano, desde el propio latido de su corazón”.
La lengua como expresión por excelencia
Rodeado de cientos de libros, CD y casetes, quien visita a Pocho Roch comprende de inmediato que se está frente a un grande. Habla de todo aquello que hace a la esencia cultural de estas tierras: su toponimia, su idioma, su cultura. Nada escapa a su inteligencia y a su magia: desde la simple y chillona chicharra, a la que llama metafóricamente, en uno de sus temas, kuarajhy mimby (flauta del sol), hasta al amor y a la mujer, representada en su amada esposa María Alicia, con quien se casó y formó su familia hace ya 52 años.
Nada escapa a su mente escudriñadora; de pronto aflora el filólogo: “el gentilicio de Itatí es itatiense o itatiano”, enseña; “Itatí debiera escribirse: Itatï, ya que la última vocal es nasal, porque significa piedra blanca, característica distintiva de este pedacito de tierra guaraní, bendecido por la Virgen”, explica.
“El chamamé es guaraní; es una danza guaraní, de origen religioso; serán los padres jesuitas quienes, admirados por este pueblo, sumarán su sabiduría. El encuentro de las dos culturas nos dará nuestro chamamé actual”, define con certeza.
“La palabra de cada cultura conforma idiomas que traducen el más fiel reflejo objetivo de ellas. Con sonidos labiales, guturales, nasales y guto-nasales, y el acento implícito de los sentimientos y pensamientos, van creando la magia de la elocuencia, y es entonces cuando una sola frase, de por sí, suena a melodía, y la sola cadencia y acentos de su pronunciación nos permite adivinar el origen de la persona que nos habla. Entonces, también, cada sílaba es la nota de un tono, y cada palabra, un arpegio, acunando los silencios del alma”.
Sabe de qué habla, y lo dice con la certeza de los que saben que tienen autoridad para hacerlo. Detrás de su creatividad, hay una filosofía y una teología que lo apuntalan, como su testimonio de vida. Profundamente católico, devoto de Nuestra Señora de Itatí, se siente orgulloso de lo que ha hecho y sigue haciendo por la cultura argentina, pero sin dejar de lado su humildad, que lo caracteriza en cada palabra que pronuncia poco a poco, lentamente, como saboreando lo que dice.
Y la verdad de una vida aflora de repente.
“Desde los 33 años sufro del corazón; pasé cuatro by-pass; estuve al borde de la muerte muchas veces. Dios me ha enriquecido espiritualmente con estas experiencias. El ha querido que siga creando, que siga cantando a mi pueblo”.
Diario Norte
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