Queridos amigos les hago llegar una parte de un trabajo que he realizado ya hace muchísimos años acerca de la amistad. Es mi deseo que les sea útil en su lectura o meditación.
"El gran Santo Tomás ha dicho que ningún hombre, aunque tuviera todos los bienes exteriores, elegiría vivir sin amigos" y el gran filósofo Aristóteles ha afirmado: “El hombre dichoso necesita de amigos". Todo contacto con un hombre superior nos beneficia. Pero no amamos su utilidad o deleite sino el bien de su persona. Esto es amar con benevolencia. Cuando la benevolencia es mutua y se basa en una semejanza manifiesta o presentida, entonces se da la amistad. La amistad consiste en amar a alguien que nos ama y toda amistad se basa en una comunicación de vida.
Solamente las almas grandes que aman el bien de la virtud y lo transparentan son sujetos de la amistad verdadera. La amistad no es posible en las almas mediocres. Porque la primera condición de la amistad es el desinterés y el sacrificio. Por consiguiente, la verdadera dignidad del amigo se mide por la intensidad con que ama. Además, la amistad es operadora del bien de la virtud: los amigos se hacen mejores por la convivencia virtuosa. La amistad no es simplemente querer el bien del amigo, sino benevolencia activa y realizadora siendo por eso que la amistad supone una gran riqueza interior.
La amistad es un reencuentro consigo mismo en la persona del amigo. El amigo no es "otro" en cuanto "otro", sino "otro" en cuanto "yo mismo". El amigo es "como otro yo". "Amicus est alter ipse" dicen constantemente Aristóteles y Santo Tomás. Precisamente en esta unidad se basan dos signos de la amistad: la adivinación de los sentimientos del amigo y la revelación de los secretos más íntimos. Adivinamos las reacciones internas del amigo frente a situaciones concretas leyendo en nosotros mismos. Y abrimos nuestros secretos al amigo sin profanarlos. Porque no los extraemos, sino que los prolongamos. Hay una zona del alma, inviolable y sagrada, adonde no llegan sino Dios y el amigo. Confiar al amigo nuestros secretos es como volver a decírnoslos a nosotros mismos, experimentando la alegría de una liberación y la plenitud de un enriquecimiento.
La verdadera amistad humana es la que surge de la libre elección fundada en una semejanza descubierta o presentida. El amigo puede estar dedicado a otras actividades que las nuestras pero, en el fondo, hay una unión indestructible de voluntades. En lo esencial se piensa lo mismo y se quiere lo mismo. El círculo de amigos no es muy amplio y siempre hay uno, "amigo", con quien más se convive, cuyos triunfos se comparten, cuyas penas se compadecen, cuyos secretos se adivinan y que es verdaderamente "alter ego ipse". Una ley de esta amistad verdadera es la sinceridad. El amigo no teme contristar para evitar un mal o promover un bien mayor. Los que adulan son incapaces de tener amigos.
Hay momentos en que la presencia del amigo nos es particularmente necesaria: en el sufrimiento. En estos casos, cuando el dolor es muy hondo, vale más la presencia silenciosa del amigo que varios discursos de condolencias.
Para la imperfecta felicidad de la tierra, hecha con lágrimas y con esfuerzo, nos es necesaria la gozosa presencia del amigo que nos alivia y nos sostiene, nos eleva y nos perfecciona. Su hallazgo constituye la más invendible riqueza".
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