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lunes, 2 de febrero de 2015

MISA POR EL DÍA DE LA CANDELARIA EN LA BASÍLICA

Además se celebra la Festividad de la Presentación del Señor en el Templo y la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. 


La Iglesia cada 2 de febrero, en la festividad de la Presentación del Señor en el Templo, desde que fue instaurada por san Juan Pablo II en 1997 celebra la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, y tiene en esta ocasión un brillo especial al situarse en el marco del Año de la Vida Consagrada convocado por el santo padre Francisco, es un precioso regalo para la Iglesia, a la vez que una gran oportunidad de evangelización. 

Es por ello que la Basílica vivió una celebración especial oficiada a las 10 y la que fue presidida por el Vicario Parroquial, padre Juan José Mettini fdp.

La Misa inició en el atrio del templo, donde peregrinos, promeseros, devotos de Nuestra Señora de Itatí, junto a la feligresía local, se reunieron para participar de la bendición de los cirios y de la Procesión con la Imagen del Niño Jesús que fue portado hasta el altar por el sacerdote. 

Luego de las lecturas, del anuncio de la Buena Noticia, la procesión de ofrendas y de la comunión, el padre Mettini invitó a los presentes a unirse en oración con el Papa, y juntos al altar y a los pies de la Tierna Madre de Dios, toda la asamblea, rezó la Oración por las personas consagradas que son signo de Dios en los diversos ambientes de vida, son levadura para el crecimiento de una sociedad más justa y fraterna, son profecía del compartir con los pequeños y los pobres. La vida consagrada, así entendida y vivida, se presenta a nosotros como realmente es: un don de Dios, un don de Dios a la Iglesia, un don de Dios a su pueblo. 

ORACIÓN DE LA IGLESIA EN POR LA VIDA CONSAGRADA 
¡Ven, Espíritu Creador, con tu multiforme gracia ilumina, vivifica y santifica a tu Iglesia! Unida en alabanza te da gracias por el don de la Vida Consagrada, otorgado y confirmado en la novedad de los carismas a lo largo de los siglos. Guiados por tu luz y arraigados en el bautismo, hombres y mujeres, atentos a tus signos en la historia, han enriquecido la Iglesia, viviendo el Evangelio mediante el seguimiento de Cristo casto y pobre, obediente, orante y misionero. ¡Ven Espíritu Santo, amor eterno del Padre y del Hijo! Te pedimos que renueves la fidelidad de los consagrados. Vivan la primacía de Dios en las vicisitudes humanas, la comunión y el servicio entre las gentes, la santidad en el espíritu de las bienaventuranzas. ¡Ven, Espíritu Paráclito, fortaleza y consolación de tu pueblo! Infunde en ellos la bienaventuranza de los pobres para que caminen por la vía del Reino. Dales un corazón capaz de consolar para secar las lágrimas de los últimos. Enséñales la fuerza de la mansedumbre para que resplandezca en ellos el Señorío de Cristo. Enciende en ellos la profecía evangélica para abrir sendas de solidaridad y saciar la sed de justicia. Derrama en sus corazones tu misericordia para que sean ministros de perdón y de ternura. Revístelos de tu paz para que puedan narrar, en las encrucijadas del mundo, la bienaventuranza de los hijos de Dios. Fortalece sus corazones en las adversidades y en las tribulaciones, se alegren en la esperanza del Reino futuro. Asocia a la victoria del Cordero a los que por Cristo y por el Evangelio están marcados con el sello del martirio. Que la Iglesia, en estos hijos e hijas suyos, pueda reconocer la pureza del Evangelio y el gozo del anuncio que salva. Que María, Virgen hecha Iglesia, la primera discípula y misionera nos acompañe en este camino. Amén.












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