Por el P. José Quintana Peña
El jueves 7 comenzamos el llamado "Mes de María" por ser el mes de las flores y en preparación a la Fiesta de la Inmaculada Concepción, también al año nuevo del Adviento.
Vivimos en una sociedad que nos observa mucho más de lo que pensamos, desde nuestra familia hasta el más forastero.
El mes de María significa, cuidar la boca en lo que decimos, ser más generosos con el prójimo, tener en el testimonio de nuestra vida el mismo "perfume de Cristo Jesús".
No puede haber un católico mariano que no huela a Cristo, que no desparrame la alegría y caridad del Señor.
"Cambiemos de vida" es urgente para nosotros y la sociedad. No seamos costumbristas, dice el libro la imitación de Cristo que si de veras nos proponemos quitar un pecado al año, llegaríamos a la santidad a la cual hemos sido llamados.
Las prácticas de piedad, rosario, flores, velas o mejor, alimentos para los más necesitados está bien. Pero estaría mucho mejor vivir un cristianismo íntegro.
Reconozcamos todos ante el Señor que en esto no le estamos siendo fieles. Cristo es perdón, perdonemos; Cristo es alegría, estemos alegres; Cristo es paz, sembremos la paz y no la discordia; Cristo pasó sanando, busquemos a los enfermos, los que están solos, los carenciados y dejemos de mirarnos a nosotros.
Decía el ya santo Juan Pablo II "vale más un rato de adoración que la más grande actividad, aunque ella sea la apostólica" porque la oración unida al testimonio de vida es fecunda.
Oremos, por la patria y sus gobernantes, la unión de las familias, hablemos a los jóvenes y no los dejemos a la deriva, por los sacerdotes, por nuestro pueblo mariano, por un aumento de vocaciones de cristianos comprometidos, firmes y auténticos para que surjan vocaciones sacerdotales y religiosas.
Terminamos el Año de la Fe, debemos preguntarnos: ¿qué nos ha dejado?
A Jesús y María se lo aman con la vida, las palabras sobran.
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