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martes, 10 de mayo de 2011

RECORDANDO AL PADRE BENITO ANZOLÍN

El 10 de mayo de 1946 moría en Buenos Aires el padre Benito Anzolín, segundo párroco de Itatí de la etapa orionita, desde 1937 hasta 1946. Incansable impulsor de la construcción del monumental Santuario de la Virgen de Itatí. 

Había nacido el 24 de octubre de 1898 en Zané (Vicenza, Italia). Permaneció con su familia hasta 1914, año en que ingresa al Seminario de la diócesis de Padua. Fue ordenado sacerdote el 7 de abril de 1928 en Tortona (Italia). 

En Itatí 
Antes de Itatí había residido en las comunidades, de la Obra Don Orione, de Mar del Plata, Tres Algarrobos y Victoria. 

Lo que sigue es un testimonio del padre Esteban Bajac que escribe en la revista “El Mensajero de Nuestra Señora de Itatí” en junio de 1946: “Itatí lo tuvo como párroco y administrador de su Santuario. Su actividad y caridad apostólicas son conocidas por todos. Su nombre estará siempre unido al nuevo Santuario de la Virgen de Itatí.” 



El señor Francisco Roch Llorens, presidente de la Junta Parroquial, insigne colaborador de toda la actividad apostólica del Santuario, así se expresaba respecto a la labor del padre Benito Anzolín: “Fundó el padre Benito Anzolín, las capillas de Santa Ana, en Yacareí, de San Joaquín, en Guayú (Departamento de Itatí) y la de San José (Departamento de San Cosme. Gran amigo de los niños, en particular de los humildes, éstos le seguían y ansiaban su compañía. Dirigía sus juegos y jugaba con ellos, de un modo especial con aquellos que se preparaban para la Primera Comunión. Los ancianos y los pobres recibían también los frutos de su gran corazón con una caridad ilimitada.” 

Su gran obra 
Sus afanes para que la Reina de sus amores, la Virgen de Itatí, tuviese pronto su gran Basílica desde su piedra fundamental en 1938 hasta la subida de la estatua de la Virgen de 7,50 metros en el cupulín (que tiene de peana), el padre Benito se desvivía para que las obras tuvieran el éxito que pudo contemplar antes de cerrar sus ojos: La Basílica techada. 

Para motivar el aumento de ofrendas de los peregrinos, subía y bajaba cinco o seis veces por día hasta la terraza, donde mostraba el nombre de los benefactores de la obra y les invitaba a que los suyos quedaran inscriptos aumentando más y más el tesoro de la Virgen y se pudieran seguir las obras. 

El Apóstol de la Virgen 
El deseo del padre Benito era que la Basílica se asemejase a la de San Pedro, en el Vaticano, para que se unieran la devoción a la Virgen y al Papa, y como lo había pedido Don Orione, fuera digno de la Virgen y signo de romanidad. 

El Señor Obispo Francisco Vicentín encargó al padre Benito buscar alguien que hiciera un proyecto, una maqueta, y el padre Benito se puso en acción. Fue a Corrientes y terminó hablando con el arquitecto Felipe Bergamini y el ingeniero Pedro Azzano. Éstos le dan la maqueta pedida y una foto de lo que ellos pensaban realizar. 

El padre Benito quedó conforme. Fue al Obispo y éste al verlo se tomó la cabeza y dijo: “¡Quién va a hacer esto!” El padre Benito le contesta: “Usted deme su permiso y su bendición y yo lo llevaré a la práctica”, y así es como tenemos el Santuario. 

Su fallecimiento 
El boletín de la Pequeña Obra de la Divina Providencia nos relata que el 26 de febrero de 1946, el padre Benito Anzolín sufrió un gravísimo infarto, a tal punto que el Señor Obispo, monseñor Vicentín, que casualmente se hallaba presente, le administrara la extremaunción. 

El mismo Señor Obispo, quien en todo momento se prodigó en atenciones más que paternales hacia el padre Benito, dispuso su traslado en su mismo auto a Corrientes, donde fue internado en el Hospital de la ciudad. No habiéndose conseguido mejorar el estado general del enfermo, aprovechando una momentánea reacción favorable fue trasladado, el día 28 de marzo, a Buenos Aires en un avión sanitario, por disposición de monseñor Vicentín e internado directamente en el Hospital Italiano. 

El enfermo volvió e empeorar seriamente el día 7 de mayo, cuando sufrió sucesivamente otros tres ataques, para luego sucumbir, víctima de un nuevo y fatal ataque, el día 10 de mayo de 1946, poco antes del mediodía. 

Pocos minutos antes de despedía de él el padre Zanocchi, que lo había visitado. Todavía el padre Zanocchi no había llegado a su casa, cuando un llamado telefónico del Hno. Domínguez que lo asistía, avisó que el padre Benito se había gravemente descompuesto y que, a pedido del mismo enfermo, el Capellán del Hospital, un sacerdote salesiano, le estaba administrando la extremaunción. Acudió apresurado el padre Dutto, pero ya no alcanzó a verlo con vida. Había fallecido pocos minutos antes, asistido por el Hno. Domínguez y una religiosa de la Beata Capitanio. 

Sus últimas palabras habían sido: “…por la Congregación, …por los pecadores, …por los que me han ayudado…”. 

Al día siguiente, sábado 11 de mayo, se celebraron varias misas de cuerpo presente y a las 10 se ofició una solemne Misa, por la tarde, a las cuatro, acompañado por numerosos sacerdotes, hermanos de Congregación, los alumnos del Colegio Apostólico y los residentes del Cottolengo, fue acompañado al cementerio. Por deseos del padre Zanocchi, el padre Dutto despidió los restos, invitando a los hermanos a imitar las preclaras virtudes religiosas del querido difunto. 







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