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lunes, 16 de mayo de 2011

FIESTA DE SAN LUIS ORIONE, A 7 AÑOS DE SU CANONIZACIÓN

El 16 de mayo de 2004 el Papa Juan Pablo II (hoy Beato) canonizaba a Don Luís Orione en la Plaza San Pedro en el Vaticano, fijándose el 16 de mayo como su día litúrgico. San Luís Orione fundó la Pequeña Obra de la Divina Providencia y en 1936 se hizo cargo del Santuario de Itatí, celebrándose este año el 75 aniversario de la presencia orionita en Itatí.

Don Orione fue un sacerdote que dedicó su vida entera a amar y servir a Dios en los humildes, en los más pobres y desposeídos. "Sólo la caridad salvará al mundo" fue la convicción que marcó su vida; una caridad necesaria y urgente para "llenar los surcos que el odio y el egoísmo han abierto en la tierra". Esta certeza lo llevó a fundar la Pequeña Obra de la Divina Providencia (1903), congregación que se extendió en su Italia natal y en tierras de misión, entre ellas Argentina, que visitó por primera vez entre 1921 y 1922.

En 1934 regresó a nuestro país donde durante tres años desarrolló una incansable tarea apostólica y social, fundando el Pequeño Cottolengo Argentino en Claypole. El cariño recíproco entre el pueblo argentino y Don Orione se expresaba en innumerables gestos de bondad y solidaridad que él mismo se encargaba de traducir en obras para los niños, los jóvenes y los más débiles de nuestra patria.

"Tenemos que ser santos, pero no tales que nuestra santidad pertenezca sólo al culto de los fieles o quede sólo en la Iglesia, sino que trascienda y proyecte sobre la sociedad tanto esplendor de luz, tanta vida de amor a Dios y a los hombres que más que ser santos de la Iglesia seamos santos del pueblo y de la salvación social", decía Don Orione.

Hoy sus obras y su mensaje son una invitación a mirar la realidad para transformarla desde la caridad. Una caridad que se realiza no como paliativo asistencial, sino como promoción de justicia, de dignidad humana y de salvación integral del hombre y de la sociedad.

Así lo definió el Beato Juan Pablo II
"Don Orione se nos presenta como una maravillosa y genial expresión de la caridad cristiana.
Es imposible sintetizar en pocas frases la vida infatigable y a veces dramática de aquel que se definió, humildemente pero sagazmente: «el changador de Dios». Pero podemos decir que él fue por cierto una de las personalidades más eminentes de este siglo por su fe cristiana abiertamente vivida.
Fue Sacerdote de Cristo, total y alegremente, recorriendo Italia y América Latina, consagrando la propia vida a aquellos que más sufren, a causa de la adversidad, de la miseria, de la maldad humana. Basta recordar su poderosa presencia entre las víctimas del terremoto de Messina y de la Mársica. Durante aquella dura prueba, se vio entre las ruinas humeantes y entre las víctimas doloridas la heroica figura de Don Orione. Este humilde y pobre sacerdote, intrépido e incansable, se volvió testimonio vivo del amor de Dios. Él entra a formar parte de la larga fila de testigos que con su conducta manifestaron algo más que una solidaridad simplemente humana, endulzando el sudor amargo de la frente con palabras y hechos de liberación, redención y por lo tanto de segura esperanza.
Pobre entre los pobres, llevado por el amor de Cristo y de los hermanos más necesitados, fundó la Pequeña Obra de la Divina Providencia: los Hijos de la Divina Providencia, las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad, y seguidamente las Sacramentinas Ciegas y los Ermitaños de San Alberto.
Tuvo el temple y el corazón del apóstol Pablo, sereno y sensible hasta las lágrimas, infatigable y valiente hasta el atrevimiento, tenaz y dinámico hasta el heroísmo, afrontando peligros de todo tipo, acercándose a altas personalidades de la política y la cultura, iluminando a los hombres sin fe, convirtiendo a los pecadores, siempre recogido en continua y confiada oración, a veces acompañada por terribles penitencias. Un año antes de la muerte así había sintetizado el programa esencial de su vida: «Sufrir, callar, orar, amar, crucificarse y adorar». Dios es admirable en sus santos, y Don Orione permanece para todos como ejemplo luminoso y consuelo en la fe".

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