¡Qué fuerza sigue teniendo la fiesta de los Reyes Magos!. Todos la tenemos vigente: creyentes y no creyentes. Pero muchas veces la razón de este recuerdo no es conmemorar el acontecimiento evangélico, sino continuar la tradición por la que en este día, reciben regalos los niños e incluso los adultos. Esta costumbre arranca en el relato que hemos leído: los magos abriendo sus cofres le ofrecieron dones…
Como suele ocurrir con estos episodios emotivos y simpáticos, la imaginación popular y artística le van agregando otros detalles: esos Magos eran “Reyes” cabalgaban en camellos y según la tradición latina eran tres: uno blanco, otro negro y el tercero más bien amarillo. Nada de esto dice San Mateo, los “visitantes”, los Magos, no deben ser más importantes que el visitado: Jesús.
No nos olvidemos que la solemnidad de hoy no celebra el día de los Reyes Magos sino la Epifanía del Señor.
La palabra Epifanía de origen griego significa: “manifestación”. De esto se trata: de la manifestación, de la representación de Jesús”, recién nacido, a todos los pueblos no judíos representados por unos magos venidos de Oriente. El significado de este episodio fue importantísimo cuando lo escribió San Mateo y sigue siéndolo también hoy para la Iglesia: la salvación que Dios ofrece por Jesús es para todos los hombres sin excepción.
Sabemos que hoy, entre chicos y grandes; se realiza el gesto de aquellos magos que ofrecieron regalos. A todos Dios nos ha hecho el gran regalo de la fe recibida en el día de nuestro bautismo, fiesta que celebraremos el domingo 6 de enero, concluyendo el tiempo de navidad.
El Señor a todos nos pone una “estrella” que nos guía; a todos nos invita a recorrer el itinerario que conduce a la plenitud de la vida.
Llenos de alegría y bajo la guía de la esperanza emprendemos un camino nuevo en este año que hemos iniciado. Celebrar la solemnidad de la Epifanía del Señor nos invita a no confundir el verdadero sentido de esta celebración: el humo no oculte el fuego, ni el colorido del envoltorio oculte el contenido del regalo. Esto depende de la mirada personal de cada uno y por ende al sentido que le damos a nuestra fe.
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