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sábado, 12 de enero de 2013

LA IGLESIA CELEBRA LA FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR

Valorar nuestro Bautismo 
Con esta fiesta del bautismo del Señor se cierra el ciclo litúrgico de Navidad y hoy el Padre lo revela públicamente como ungido por el Espíritu Santo y nos anuncia su real identidad. “Tú eres mi hijo muy querido en quien tengo puesta toda mi predilección”. 

El agua, en todas las religiones, siempre fue símbolo de “purificación”. Así, era el bautismo que hacía Juan Bautista: símbolo de arrepentimiento, de anhelo de una Vida Nueva. Pero el Padre Dios lo utilizó para entregarnos “el gran regalo”. Al descender el Espíritu Santo “como una paloma” hizo de ese bautismo no solo el primero, sino el modelo y la fuente de todo bautismo cristiano. En el río Jordán, el agua no santificó a Jesús, sino que Jesús santificó el agua o todas las aguas. Por lo tanto cada bautismo, pensemos en el que cada uno recibió, no hace más que prolongar el misterio de ese día, siendo una auténtica teofanía es decir manifestación de Dios. El Espíritu Santo desciende sobre una creatura humana y pasa a ser el “hijo muy querido en el cual el Padre tiene puesta toda su predilección.” 

Este es el “regalo”, este es el impensable “privilegio” de todo bautizado; y de la fuente bautismal sale una nueva creatura: hijo adoptivo de Dios, partícipe de la naturaleza Divina, hermano de Cristo, coheredero con él y templo del Espíritu Santo. 

San Juan, lo expresó bellamente en su primera carta: ¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijo de Dios y nosotros lo somos realmente. (3, 1). 

Celebrar esta fiesta, desde la fe, nos recuerda la misión a la cual estamos llamados, haciéndonos participantes del apostolado de Cristo en el mismo momento en que fuimos hechos cristianos. Esto significa que no somos católicos para nosotros, sino por el bien de los demás como Iglesia que somos.

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