Sin dudas que el gran Pocho desde su mismo nombre vino a este mundo con el destino escrito. De un Itatí de otro tiempo, que se llevó consigo a todos lados y al que honró hasta su último suspiro como antorcha de Fe y decencia.
En tiempos donde nuestra sociedad toda, implora por modelos así. Pocho nos dejó obras imborrables sobre su pasado pero también sobre nuestra propia identidad.
Defensor acérrimo de nuestra cultura guaraní, amante de la historia y exponente descollante de nuestra música; sin dejar de mencionar su destacada actividad en medios audiovisuales.
Más de una vez escuché que Pocho Roch era al chamamé lo que Piazzola a la música ciudadana. La verdad que desconozco si él mismo estaría feliz con tal definición, pero seguro estoy que en estatura artística no tiene nada que envidiarle al gigante Astor.
Pero déjenme contarles a quienes no han tenido el honor de conocer a semejante ser humano. Porque hay una sola cosa que puede opacar tanto talento al Roch, el historiador, compositor, escritor, comunicador. Pocho Roch el hombre, ese maravilloso ser que andaba con calma de siesta de pueblo, del saludo afable y cariñoso. Sus ojos veían con la precisión con que mira el amor.
A pesar de que mi trato personal con él ha sido esporádico producto de una amistad familiar, pude notar lo evidente, un ser con don de gente y corazón enorme. Quizá por esto de la grandeza de su corazón es que haya tenido tantas heridas en él, porque “pensaba” con aquel músculo.
“Mientras tenga la música y para mi dulce de batata, ya estoy bien”, me dijo una vez en una cena de unos amigos en común, mientras relataba sin cansancio el legado guaraní en la música y la cultura correntina. Así era Pocho, el artista, el ferviente Cristiano, él siempre esté donde esté “Pueblero de Allá Ité”. Hasta la próxima canción Pocho querido.
Pablo Enrique Bonastre
DNI 27.837.762
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