Balbina Niella: Una estampa de la “Belle Epoque”
Por: Miguel Fernando González Azcoaga
“Inconfundible era en Itatí, su figura, vividamente la recuerdo; me parece verla rodeada de sus pequeños discípulos, con su imagen delgada, su melena blonda y sus ojos de un celeste cristalino, que eran algo así como el anticipo del cielo purísimo, de su conciencia impoluta, ese continente que hacia juego a su estampa moral, de un optimismo contagioso y una desbordante dulzura”.
Con estas palabras evocaba el escritor Gaspar Bonastre la figura de Balbina Niella, la llamada “maestra del pueblo de Itatí”, su terruño natal donde nació un 31 de marzo de 1893, en el seno de una tan antigua como notable, meritoria y señorial familia cuyos mayores, venidos en tiempos de la Conquista y mestizados en el Continente, habían desempeñado cargos principalísimos a lo largo de la administración hispana y habían inmoládose por sus ideas en cruentos sacrificios que la Patria, les exigió en su tiempo y en su circunstancia. Ese legado genético nutrió la sangre de esta maestra argentina que “no necesito prolongar largamente su existencia para perdurar y sobrevivir enérgicamente en el recuerdo”, como escribe su biógrafo, en el de su pueblo, en el de quienes la conocieron y la quisieron tremendamente, en sus pequeños niños de su escuela formada y sostenida con su esfuerzo, bienes y sacrificio personal.
Estudió Balbina Niella en la Escuela Provincial Nº 1 de su natal Itatí y con notas sobresalientes y aplicación ejemplar pasó a Corrientes a proseguir estudios, becada por el Gobierno de la Provincia, en la Escuela Normal Provincial de Maestras, que funcionaba en la Escuela Nº 1 “Sarmiento” y que era dirigida por la distinguida educacionista Zulema Camogli de Gómez. En 1910, en el año del Centenario de la Revolución Maya, en que el país se conmovía por los festejos que colocaban a la Argentina como un país de promesas y desarrollo, con un proyecto integral que la sindicaban en el concierto de las Naciones de la Tierra, culminó sus estudios Balbina Niella y se inició su labor magisteril, docencia y educación que animaron el resto de su vida y que ella, una maestra de la Generación del Centenario entendía como el noble apostolado que debía ejercer en favor de los infantes de su pueblo amado. En efecto, el 25 de febrero de 1911, el Consejo Superior de Educación de la Provincia de Corrientes la nombró Maestra de la Escuela Provincial Nº 1, de Itatí, con la asignación mensual de $95, cuya Dirección ejercía Dn. Anselmo Jacquet, cargo que desempeñó con verdadera eficacia y pasión hasta el 24 de octubre de 1918, cuando paso a ocupar la Dirección de la Escuela Nacional Nº 276, donde dejó desvelos, sacrificios y hasta la inmolación de su propia vida.
La creación de la Escuela obedeció a laboriosas gestiones encaradas por el Dr. Juan Carlos García ante el Inspector Seccional de Escuelas Nacionales Prof. Salvador M. Díaz, a instancias de Balbina Niella que hasta 1921 constituyó el único personal de la novel escuela que funcionó, en sus primeros tiempos, en una casa alquilada a Da. María Michelli de Gervasoni.
La estampa de Balbina Niella está vinculada a Itatí, el pueblo de sus esperanzas, sus sueños y sus luchas por derrotar a la ignorancia. Su vida concluiría a los 36 años de edad “y es tradición en nuestra familia -dirá luego el Padre José Luís Niella, su sobrino carnal- que la tuberculosis que la aquejó largos años y concluyó con ella, la adquirió en la misma escuela de sus amores al contacto directo con una infancia desprotegida y pobre por la que ella luchó denodadamente”.
Encarnó y simbolizó toda una época, no hubo actividad pública, social, cultural o religiosa a la que no haya estado unida, pues todo lo que significaba progreso y no estaba reñido con sus más íntimas convicciones, hallaba simpático eco en su persona.
Fue Balbina Niella, una educadora de alma, la enseñanza fue su pasión “y sus niños” sus predilectos, tal vez por ello, casi medio siglo después de su muerte, su nombre se impuso a una calle y hoy también lo lleva su escuela, siendo la única mujer en nominar a una arteria de Itatí. Muchos de sus alumnos se convirtieron en seguidores suyos, en sus discípulos, y quienes no llegaron a tanto, tampoco escaparon a su influjo.
Gustaba de la música y la poesía, era una incansable lectora y siguió informada aun desde su lecho de enferma, preocupada por lo que acontecía, confortada con sus libros religiosos y lecturas piadosas. Cierta vez, el Obispo Luís Niella, su tío, la visitó enferma y la alentó a una mejoría, que no habría de ocurrir. Ella no se engañó y respondió: “No Monseñor, sé que no me voy a curar, y si pudiera, tampoco lo aceptaría, porque no sé si tendría otra vez la resignación para morir, como ahora la tengo...” Era sincera.
Se cuenta que cuando pasó a ocupar la Dirección y dar clases ella misma en la Escuela Nacional, ante su traslado desde la Escuela Provincial, un grupo importante de niños la siguió al nuevo establecimiento, sus padres, dicen, no se resignaron a perderla como maestra de sus hijos y así muchos niños recorrían distancias considerables para contarse entre sus educandos. Así se explica que para octubre de 1918, cuando el año escolar llegaba a su fin, al abrirse la Escuela Nacional se inscribieran inicialmente 82 alumnos.
El escritor Gaspar Bonastre que la conoció de niño y la admiró por el resto de su vida escribe. “Justificadamente cae en Balbina Niella, el título que la calificó “Maestra del Pueblo”, porque en realidad reunió tal número de cualidades para que ello haya sido así, que se convirtió, y así lo entendió Itatí, en el arquetipo de la educacionista de entonces...”
En 1921 sus desvelos merecieron una recompensa espiritual; las publicaciones de la Capital Federal encabezadas por la revista “PLUS ULTRA” reprodujeron en sus páginas los trabajos en ñandutí, fibra de coco y la colección de objetos de alfarería y cerámica presentados en la Exposición Nacional de Manualidades realizada en Buenos Aires, donde la Escuela Nacional de Itatí obtuvo el primer premio.
Con su peculio personal, Balbina Niella sostenía a su Escuela y conseguía el apoyo de su familia y sus amigos para lograr las metas que ambicionaba para la educación pública. Así, compró un piano para enseñar música a sus alumnos, y la exposición de manualidades premiada fue el resultado de la extensión de clases que impartía a sus educandos.
Fue miembro activo del Club Social, y del Club Sportivo, cuya fundación apoyó. No estuvo ajena a las actividades sociales de la capital correntina y despertó amores y pasiones por su porte y señorío. La pretendieron, sin suerte, Juan Carlos García, el primer médico de Itatí, Dionicio Fariña Núñez, Vice-Cónsul paraguayo, Anselmo Jacquet, maestro, que pidió su traslado a una escuela de Ituzaingó al no poder soportar su rechazo... El amor de Balbina Niella, sin embargo, pareció ser el joven educador paraguayo Antoliano Garcete, exilado por ese tiempo, pero en su casa, su familia no aprobaba esta relación por el origen paraguayo del pretendiente y Balbina Niella, educada en los moldes de una sociedad patriarcal, calló entonces.
“Era Balbina Niella, de una extraordinaria belleza...” decía su sobrino Isaac Vallejos en cuya casa se comentaba, aun pasado el tiempo, su bella estampa y su trágica vida.
En 1913, Balbina Niella, fundó y presidió la Asociación “Hijas de María” del Santuario de Itatí, integró la comisión pro-plaza, para parquizar y embellecer la Plaza “Bolaños” de su pueblo, y para 1924 comenzó a sentir los primeros síntomas de una terrible enfermedad. La dolencia, no tomada con la importancia debida, descuidada porque había tanto por hacer y el tiempo era escaso, remató en un mal irreversible. “El mal tremendo que terminó con la vida luminosa de Mariano Moreno, fue cegando también los días terrenos de Balbina Niella...”. Y esa postración se dilato cuatro largos años, consumiéndola. El Estado, al no poder ella continuar dictando sus clases, le suspendió sus haberes por siempre, injusticia terrible vista tantas veces en la vida de nuestros grandes próceres. Porque Balbina Niella, fue eso, una figura del procerato docente.
Desde 1921 fue nombrada auxiliar en la Escuela Nacional Clotilde Niella “también educacionista meritísima”, hermana de Balbina, y la Escuela reforzada de tal manera adquirió como centro educativo una eficacia que todos los itatianos recordarían con agradecimiento, dilatando su acción cultural mas allá de las aulas, en un ambiente que conspiraba contra la labor intelectual. Exposiciones diversas, conmemoraciones de fiestas patrias, veladas de fin de curso, eran muestras expresivas del amor y la tenacidad en el trabajo que Balbina Niella imprimía y que sería apoyada y continuada por su hermana Clotilde, lo que ha llevado a suponer hasta que grado de magnitud ello hubiera alcanzado en ámbitos de mayor aprecio y posibilidades.
“Cuando la tía Balbina Niella iba a la escuela, conducía su propio coche Victoria –decía María Ramona Meza Gervasoni de Billordo- y a mí que tendría unos o cinco o seis años me pasaba a buscar. Nunca saludaba de otra forma que no fuera así “para servirlas” y a mí me encantaba ir con ella a la escuela...”.
El fin de Balbina Niella, fue al decir de Bonastre: “Un melancólico atardecer, superior en belleza a muchas madrugadas”. Murió el 5 de febrero de 1928. En las páginas de “El Mensajero de Nuestra Señora de Itatí”, su Director el Pbro. Dr. Esteban Bajac, escribió: “Un alma buena, un corazón delicado, una joven en lo mejor de sus años, una inteligencia llena de luz, un sentimiento saturado de ternuras, una maestra noble, digna del respetuoso cariño que le profesaban sus alumnos, se recogió para dormir su último sueño el 5 de febrero a las 15 horas y media entre el llanto de su distinguida familia y el duelo de los que de cerca estaban con ella relacionados...”
A las 7 del día 6, se celebraron las honras fúnebres en sufragio de su alma, en el Santuario histórico de Itatí y su entierro, por la tarde, congregó a todo un pueblo que lloró amargamente el fin de su educadora.
Fue despedida en el cementerio por Dn. Nicolás Mastrotti y por la educadora Ernestina Lidia Vallejos. El 9 de febrero, el Presidente del Consejo de Educación, Prof. Manuel Cabral (h), en nombre de la Inspección Nacional de Escuelas lamentaba la pérdida “de una laboriosa y meritoria maestra”.
Pero serían tal vez los versos que Juan Genaro González Vedoya, maestro, poeta, periodista y humanista, publicó en septiembre de 1930, los que pinten el sentimiento que despertó la figura de Balbina Niella:
”Maestra que una tarde te fuiste silenciosa / con tus ojos azules cargados de ilusión / llevando en tu partida / perenne y misteriosa / el candoroso ensueño que urdió tu corazón / Aquel ensueño dulce que palpito en tus horas / con emoción hermana, tiernísimo de amor / aquel rosado ensueño que se tejió en aurora / y tuvo los encantos del lirio y de la flor. / Maestra noble y buena que fuiste hacia el misterio, / en alas de ese ensueño que limento tu cruz, / lleguen a ti mis versos, cual notas de un salterio, / escalando las alturas de la divina luz”.
La Municipalidad de Itatí donó a la familia de Balbina Niella el predio en el que, en el Cementerio “San Francisco de Asís”, en 1931, se edificó su bóveda en cuya fachada varias placas la recuerdan, pero en cuyo propileo, una estela de bronce, con una figura inclinada, costeada por suscripción popular, a instancias del Padre Arribillaga, reza: “Balbina Niella, ofrenda preciada de la Escuela Nacional Nº 276, de Itatí. Nuestro recuerdo es como un Ángel de rodillas que sobre la tumba de tu vida, llora”
En 1977 su nombre quedó impreso a una calle recostada sobre el río Paraná “para que el viajero al preguntar: Quien fue Balbina Niella?, se le diga: Simplemente fue una Maestra Argentina...”
HERMOSA Y CONMOVEDORA HISTORIA...¡¡¡
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar