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domingo, 5 de julio de 2015

DOMINGO XIV DURANTE EL AÑO

Vivimos de la imagen. En una cultura basada en las nuevas tecnologías, en la que si no estás en las redes no existes, la realidad queda suplantada por la apariencia y el ser por el parecer. Lo importante es la superficie de las cosas, lo que en ocasiones no permite el acceso al interior, a la transcendencia o al misterio, quedamos atados a lo inmediato, a lo último, a conseguir la mayor audiencia, sea como sea. Jesús vuelve a su pueblo, la multitud se agolpa a escucharle, han oído de sus éxitos, milagros y palabras, pero no da la imagen: “a éste lo conocemos”.


Empieza la resistencia y se hace realidad el viejo refrán: “No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa”. Su Palabra va a la raíz, no a la apariencia, molesta, apunta al interior del hombre, invita a la renuncia. No nos gusta cambiar de vida, estar inseguros o encontrarnos con nosotros mismos. Esto no vende, (aunque hoy lo pongamos en Power Point, Twitter, o en Facebook) y por eso, buscamos como los habitantes de Nazaret nuestras excusas, eso sí, llenas de racionalidad, de lógica y los más espabilados, hasta de razones teológicas.

“¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos?”. No estamos dispuestos a aceptar, que la palabra de un hombre como nosotros, sea la de Dios. Dios se nos presenta demasiado humanamente y ésta es para algunos la primera dificultad para la fe. “Y esto les resultaba escandaloso” nos dice el Evangelio más adelante, y aún resuenan esos ecos, cuando desconocemos o no sacamos las conclusiones del misterio de la Encarnación. La incredulidad, es precisamente la incapacidad de acoger, la manifestación de la gloria de Dios, en la sabiduría misteriosa de un carpintero de Nazaret.

“¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? ¿Y sus hermanas no viven con nosotros aquí?”. Todo lo que viene de Dios tiene que venir de lo alto: ¿Qué se cree éste, parecen preguntar burlonamente? ¿Pero si no es ni escriba, levita o sacerdote, es un simple laico?, y en la Iglesia, como entonces, lo lógico es que Dios hable de arriba hacia abajo. La segunda dificultad para la fe, es buscar a Dios en lo sorprendente y extraordinario. Nos parece poco digno encontrarlo en lo sencillo y habitual, como miembro de una familia insignificante. No acabamos de creer que a Dios se le descubre en lo cotidiano: en las tristezas y alegrías, en la debilidad, (como nos dice en la segunda lectura San Pablo), en las preguntas más hondas, en la búsqueda sincera. Se le encuentra: en un amigo, un familiar, un vecino y sobre todo en los pobres, los enfermos, los necesitados.

Y por eso todo sigue igual: “Jesús no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curo algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extraño de su falta de fe”. Le conocían tanto que no podían creer: ¿qué me va a decir a mí este que yo no sepa? ¿Qué me van a decir mis hermanos de comunidad, los pobres, los que no saben, ni pueden, ni tienen, esos no pueden enseñarme nada? No hay fe en las personas, en la presencia de Dios en el misterio de la vida. Los hombres que nos decimos creyentes, (como el pueblo de Israel en la primera lectura), también hoy, nos rebelamos contra la palabra de Dios y el mismo Jesús. Quisiéramos una palabra inofensiva, llena de elocuencia, de slogans religiosos, que diera imagen, pero que no comprometiera. ¿Cuáles son las excusas que doy para no sacar las consecuencias?

En todo el relato hay mucha ironía: nosotros valorando la imagen incluso en la pastoral, adornando el producto, hablando de la estética del seguimiento… Pero se trata de comprender a este Dios-Jesús que nace en un pesebre y muere en una cruz, poco estético para los cánones que rigen actualmente. Se trata de seguir al carpintero, un hombre que no vive para sí, sino para los demás y no resistirse. Estoy seguro que en el mundo de hoy, nosotros tampoco deberíamos dar una buena imagen, ante los que se creen que la realidad y la verdad pueden ser suplantadas por la apariencia. 

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