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viernes, 30 de agosto de 2013

PARA MEDITARLO: DOS CLASES DE PREDICADORES

Dos clases de predicadores: los que endulzan el oído y los que convierten pecadores (cualquier parecido, es pura coincidencia).

Están los que ya no hablan del pecado, ni de la muerte, ni del Juicio de Dios, ni del infierno. Sólo buscan llenar el templo de adeptos que les aplaudan, que le digan que "SI" a sus ideas, los conocidos "Sí, Padre". Hablan de política, ciencia, progreso, etc., pero no de la Palabra Divina ni de la necesidad de conversión.

Nos advierte el papa San Pío X:

"Otra manera de hacer daño es la de quienes hablan de las cosas de la religión como si hubiesen de ser medidas según los cánones y las conveniencias de esta vida que pasa, dando al olvido la vida eterna futura: hablan brillantemente de los beneficios que la religión cristiana ha aportado a la humanidad, pero silencian las obligaciones que impone; pregonan la caridad de Jesucristo nuestro Salvador, pero nada dicen de la justicia. El fruto que esta predicación produce es exiguo, ya que, después de oirla, cualquier profano llega a persuadirse de que, sin necesidad de cambiar de vida, él es un buen cristiano con tal de decir: Creo en Jesucristo.

"¿Qué clase de fruto quieren obtener estos predicadores? No tienen ciertamente ningún otro propósito más que el de buscar por todos los medios ganarse adeptos halagándoles los oídos, con tal de ver el templo lleno a rebosar, no les importa que las almas queden vacías. Por eso es por lo que ni mencionan el pecado, los novísimos (o postrimerías: muerte, juicio, infierno y gloria), ni ninguna otra cosa importante, sino que se quedan sólo en palabras complacientes, con una elocuencia más propia de un arenga profana que de un sermón apostólico y sagrado, para conseguir el clamor y el aplauso; contra estos oradores escribía San Jerónimo:

“Cuando enseñes en la Iglesia, debes provocar no el clamor del pueblo, sino su compunción: las lágrimas de quienes te oigan deben ser tu alabanza” (Ad Nepotiam).

"Así también estos discursos se rodean de un cierto aparato escénico, tengan lugar dentro o fuera de un lugar sagrado, y prescinden de todo ambiente de santidad y de eficacia espiritual. De ahí que no lleguen a los oídos del pueblo, y también de muchos del clero, las delicias que brotan de la palabra divina; de ahí el desprecio de las cosas buenas; de ahí el escaso o el nulo aprovechamiento que sacan los que andan en el pecado, pues aunque acudan gustosos a escuchar, sobre todo si se trata de esos temas cien veces seductores, como el progreso de la humanidad, la patria, los más recientes avances de la ciencia, una vez que han aplaudido al perito de turno, salen del templo igual que entraron, como aquellos que se llenaban de admiración, pero no se convertían". San Pío X, Motu Proprio Sacrorum Antistitum.

Busca sacerdotes que sean realmente fieles a la doctrina de la Iglesia, que no digan herejías ni contradigan la moral, que no hablen de política o ciencias humanas en lugar de religión; en fin, que realmente te acerquen a Dios y te ayuden a tu superación espiritual.

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