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martes, 29 de septiembre de 2009

Don Bosco, frente a la Virgen María, la Auxiliadora de Itatí


“Ella lo ha hecho todo”…, dice Don Bosco con frecuencia, y para ser fieles a sus propios dichos, rescatamos fragmentos de sus Memorias del Oratorio, donde expresa la presencia cercana, amorosa y cuidadosa de María:
Y se refiere diciendo…
“Mientras fui pequeñito ella misma (Margarita, su mamá) me enseñaba a rezar, me ponía de rodillas con mis hermanos y decíamos las oraciones,… rezaba el rosario todas las tardes, repitiendo los 50 Ave María, a la virgen más Madre que reina…” (MO, 5)
Durante su sueño de los 9 años…
“Pero... ¿quién es usted que me habla de esa manera?
Yo soy el hijo de aquella a quien tu madre te enseñó a saludar tres veces al día” (MO, 2)
Durante los días del oratorio
“Al comenzar, un Ave María” (MO, 15)
Al momento de su muerte
“La crónica relata que con frecuencia el santo delira, y que por lo menos 20 veces exclamaba con fuerza:- ¡MADRE, MADRE! Y repite ininterrumpidamente: ¡OH, María; OH, María!”
María fue su madre, su guía, su protección, estaba presente en su vida, en sus sueños, en cada momento. Nosotros, sus herederos, tenemos la certeza de estar bajo el manto de “la Auxiliadora” repitiendo también como él que “Ella lo hace todo”

Don Bosco y Don Orione
Imaginar los días de amistad con Don Bosco nos despierta una sonrisa y sentimos el clima de familia, el compartir el patio, la mano tendida, las charlas bajo los árboles, ¡cuantas son las imágenes que reflejan a este don Bosco padre, maestro y amigo, así con la simpleza con que lo conocemos seguramente estaba Luis Orione.
“El día primero de febrero se realizaron dos casos dignos de especial atención junto al cadáver de don Bosco, mientras estaba expuesto al público en la iglesia interna de San Francisco. Entre los buenos muchachos del Oratorio que, en enero de 1888, ofrecieron su vida para que Dios conservara la de don Bosco, hemos visto que el segundo nombre de la lista es el de Luis Orione. El alumno de entonces convertido hoy en el San Luis Orione se complace en contar el curioso episodio ocurrido aquel primero de febrero. Estaba él encargado, junto con otros compañeros, de tomar los objetos que presentaban las personas que acudían, tocar con ellos el cuerpo de don Bosco y devolverlos. De pronto, como llevado por una imprevista inspiración, corrió al comedor de los Salesianos, que estaba a pocos pasos de la iglesia, tomó un cuchillo grande, muy afilado, y se puso a cortar una rebanada de pan, con la idea de hacer bolitas como píldoras, tocarlas en el cuerpo de don Bosco y guardarlas, en parte para cualquier ocasión, y en parte para distribuirlas. Pero la prisa inconsiderada con que realizó la operación fue fatal, porque, al dar el primer tajo, se cortó el dedo índice de la mano derecha (Luís Orione era zurdo). Al instante le asaltó un angustioso pensamiento: sin aquel dedo ya no podría ser sacerdote, aspiración suprema de su corazón. ¿Qué hacer? Envolvió en un pañuelo el pobre dedo, lo mejor que pudo, y sosteniéndolo con la otra mano, volvió corriendo a don Bosco. Con fe viva alargó el dedo sangrante hasta tocar su mano. Y, al contacto, la herida se cicatrizó en una abrir y cerrar de ojos. Cuando cuenta esto aún le parece a don Luís Orione ver una gotita de su sangre enrojeciendo la cándida mano del difunto; y enseña, en tanto, la cicatriz que le ha quedado y añade que se sirve del índice derecho, como lo hacía antes, sin sentir ninguna molestia”, (MO; tomo18)

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