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viernes, 3 de abril de 2015

EN LA BASÍLICA: CONMEMORACIÓN DE LOS DOLORES DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

Continuando con el programa de Semana Santa, se realizó a las 8,30 la Conmemoración de los Dolores de la Santísima Virgen en el interior de la Basílica.


La celebración estuvo presidida por el padre Pánfilo Ortega Ríos, asesor de la Cofradía de la Virgen Dolorosa, cientos de peregrinos se sumaron a los fieles locales que se congregaron en el santuario en las primeras horas de la mañana para recordar los dolores que la Virgen María sufrió al participar de la Pasión y Muerte de Jesús, su Hijo.

Durante el recorrido, se reflexionó, rezó y se pidió especialmente a la Virgen, Madre de Misericordia, Madre de Jesús y Madre nuestra para que nos enseñe a ver a Dios en todas las cosas y en todas las situaciones, incluso en nuestros sufrimientos y a aceptar con amor el dolor y valentía inconcebible, como Ella lo hizo al pie de la Cruz.

Al finalizar los miembros de la cofradía, renovaron su consagración a la Virgen de los Dolores e invitaron a todos los presentes a decir la oración que la invocaba como la Madre “Puerta del cielo, vida, dulzura y esperanza”, que todos juntos podamos contigo glorificar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. ¡Amén!.

RECORDAMOS LAS PROMESAS DE LA VIRGEN A LOS DEVOTOS DE SUS DOLORES
Siete gracias que la Santísima Virgen concede a las almas que la honran diariamente (considerando sus lágrimas y dolores) con siete Avemarías. (Santa Brígida.)

1º. Pondré paz en sus familias. 2º. Serán iluminados en los Divinos Misterios. 3º. Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos. 4º. Les daré cuanto me pidan con tal que no se oponga a la voluntad de mi Divino Hijo y a la santificación de sus almas. 5º. Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y los protegeré en todos los instantes de sus vidas. 6º. Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte: verán el rostro de su Madre. 7º. He conseguido de mi Divino Hijo que los que propaguen esta devoción (a mis lágrimas y dolores) sean trasladados de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos “su eterna consolación y alegría”.






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