Corrientes, la ciudad que se balconea sobre el majestuoso río Paraná, nació y se desarrolló bajo el signo de la Cruz de los Milagros, Cruz Fundacional que impregnó de mayor religiosidad a la población original, como consecuencia lógica a tan grande prodigio, y que se siguió proyectando como una marca indeleble en el corazón y en los sentimientos de los correntinos.
El milagro de la Cruz, por todos conocido, sucedió en el tiempo y en la historia, y parece ya lejano, sin embargo, qué impactante sigue siendo como antecedente de toda una trayectoria de costumbres y tradiciones, que arrastra y proyecta hacia horizontes deslumbrantes de luz y esperanza; porque la cruz es el signo de la esperanza que no defrauda, de aquella que surge de la necesidad más profunda y apremiante y que se yergue como un asidero seguro al que amarrarse.
El correntino ama la Cruz, su Cruz, que le ampara y protege desde tiempos pretéritos y que se levanta como un bastión invencible y garantista.
La Cruz de los Milagros, junto a la Virgen de Itatí, señalan y distinguen a los correntinos con una protección especial que se percibe y detecta permanentemente en la vida cotidiana.
Corrientes es la Cruz, y la Cruz es de los correntinos, quienes saben y entienden que su vida se generó desde el principio bajo su sombra y su cuidado. Hasta el más distraído e indiferente de los cristianos, en algún momento, ha girado su mirada y confiado su pedido a esos sagrados y queridos leños.
Cuántas necesidades, dolor y esperanzas le fueron confiadas y cuántas más fueron concedidas y regaladas abundantemente, hasta calmar y pacificar el cuerpo y el alma desesperados de milagros.
Esa gran devoción del pueblo, se respalda en el gran respeto y comprensión de los no creyentes, que miran con cierta admiración esta sincera manifestación de fe. Solo basta mirar la gran procesión de los devotos en cada 3 de mayo, para percibir, ver, y entender la fe de los correntinos y la fuerza reconciliadora y pacificadora de la Milagrosa Cruz de nuestra tierra.
Este 3 de mayo, una vez más la población se congregará al pie de la Cruz y procesionalmente le rendirá culto y mostrará su devoción, como gesto sublime a tan gran amor, amor que fue regalo supremo del Dios Vivo que se entregó para nuestra Redención.
El milagro de la Cruz, por todos conocido, sucedió en el tiempo y en la historia, y parece ya lejano, sin embargo, qué impactante sigue siendo como antecedente de toda una trayectoria de costumbres y tradiciones, que arrastra y proyecta hacia horizontes deslumbrantes de luz y esperanza; porque la cruz es el signo de la esperanza que no defrauda, de aquella que surge de la necesidad más profunda y apremiante y que se yergue como un asidero seguro al que amarrarse.
El correntino ama la Cruz, su Cruz, que le ampara y protege desde tiempos pretéritos y que se levanta como un bastión invencible y garantista.
La Cruz de los Milagros, junto a la Virgen de Itatí, señalan y distinguen a los correntinos con una protección especial que se percibe y detecta permanentemente en la vida cotidiana.
Corrientes es la Cruz, y la Cruz es de los correntinos, quienes saben y entienden que su vida se generó desde el principio bajo su sombra y su cuidado. Hasta el más distraído e indiferente de los cristianos, en algún momento, ha girado su mirada y confiado su pedido a esos sagrados y queridos leños.
Cuántas necesidades, dolor y esperanzas le fueron confiadas y cuántas más fueron concedidas y regaladas abundantemente, hasta calmar y pacificar el cuerpo y el alma desesperados de milagros.
Esa gran devoción del pueblo, se respalda en el gran respeto y comprensión de los no creyentes, que miran con cierta admiración esta sincera manifestación de fe. Solo basta mirar la gran procesión de los devotos en cada 3 de mayo, para percibir, ver, y entender la fe de los correntinos y la fuerza reconciliadora y pacificadora de la Milagrosa Cruz de nuestra tierra.
Este 3 de mayo, una vez más la población se congregará al pie de la Cruz y procesionalmente le rendirá culto y mostrará su devoción, como gesto sublime a tan gran amor, amor que fue regalo supremo del Dios Vivo que se entregó para nuestra Redención.
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