Como las celebraciones centrales se realizan en horas de la tarde, por la mañana, la Iglesia Católica recuerda, la Memoria de los dolores de la Santísima Virgen María junto a la Cruz, e invita a reunirnos y meditar sobre los momentos más dolorosos de la vida de la Santísima Virgen.
Junto a la Cruz de Jesús estaba su Madre, recordemos y asociémonos al sufrimiento de la Virgen María, tan íntimamente unida a su Hijo en la obra de la Redención. Tan cercana también a nosotros, sus hijos, en nuestros propios dolores. Tan cercana a los que han perdido la fe o luchan por sostenerla en situaciones difíciles. ¡Madre de todos los hombres!, enséñanos a decir, Amén.
Sentido general de la celebración
La Pasión y Muerte del Señor, no es una celebración penitencial sino la contemplación del Misterio de la Muerte del Redentor. La celebración se centra en la Cruz de Cristo.
Dos momentos son fundamentales, la lectura de la Pasión y la adoración de la Cruz.
Hoy la Iglesia nos recuerda que se debe hacer genuflexión a la Cruz, la que habitualmente se hace ante el Santísimo.
La Iglesia hace ayuno y abstinencia como signo del pueblo que espera la luz y la guía que le falta: Cristo; acompañándolo en su pasión y muerte, y participando de sus padecimientos con los propios sufrimientos.
Un aspecto de esta abstinencia se expresa en la gran abstinencia y ayuno del verdadero “alimento de los fuertes”: Cristo Eucarístico. Por esto, la Iglesia, hoy no celebra la eucaristía; aunque sí la ofrece a sus hijos por haber reservado hostias consagradas el día anterior como signo de la presencia constante de Cristo y la diligente atención de nuestra madre, la Iglesia, que no deja a sus hijos sin alimento.
Esta austeridad se expresa inclusive en el carácter sobrio de toda la celebración y en la ausencia de flores, instrumentos, luces, en el altar desnudo y desprovisto de cirios, en el sagrario vacío, etcétera; y todo a la espera de Cristo resucitado, con esperanza segura de que llegará el tercer día, día de la Resurrección.
Los ornamentos son rojos -color de los mártires-, y no morado, recordando así que Cristo nos redime por la Cruz y que ésta no es signo de luto sino de resurrección, aunque sea necesario pasar por esta.
Estructura
Se comienza la celebración sin el oremos que es expresión de un pueblo sin guía, porque Cristo hoy ha muerto.
La celebración consta de tres partes, la Liturgia de la Palabra que se centra en la pasión de Cristo y que nos es relatada por el evangelista Juan, a la vez que se lee el cántico del siervo sufriente del profeta Isaías que prefigura a Cristo y que San Pablo, en la segunda lectura, lo nombra como “Aquél que, después de sufrir en vida, entrega ésta su vida para salvarnos”.
Continúa una extensa Oración Universal en donde, cada uno de nosotros ejercemos nuestro sacerdocio común; esto es, la intercesión que todo cristiano hace ante el Padre, por medio de Cristo y movido por el Espíritu Santo, a imagen de Cristo Único Sacerdote y Víctima.
La Adoración de la Cruz, manifestada como “Árbol de la Vida”, en donde Cristo se convierte en mediador entre Dios y los hombres por obediencia al Padre. Árbol del que nace la Iglesia.
La Comunión, sin consagración -por esto es celebración de la Palabra y no misa-, usándose hostias consagradas del día anterior.
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