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sábado, 20 de diciembre de 2014

CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO

Llegamos a este último domingo de preparación, a la venida del Señor en el tiempo, es decir en Belén.


Podríamos decir que son tres les venidas del Señor, la primera, cuando de Santa María Virgen tomó nuestra condición humana; la segunda, el Señor que viene en cada sacramento, obra de caridad y amor. Pero el Adviento, cómo todo el año apunta a algo más importante vendrá a Juzgar a vivos y muertos. En el credo Niceno rezamos "y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin”.

La liturgia de este domingo, quiere que centremos nuestra mirada, gratitud, e imitación en la Virgen María, por ello el evangelio es la "Anunciación".

San Bernardo, en el siglo XI, escribía algo muy hermoso. “Has escuchado Virgen que concebirás y darás a luz un hijo. Apresúrate a dar tu consentimiento. Virgen da una respuesta sin demora al ángel, te lo `pide Adán, Abraham, te lo pide David, los patriarcas y profetas. Lo esperamos todos. Aquí está - dice la Virgen- la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.

Ciertamente estamos admirando la maternidad de María (aunque lo volvamos a celebrar el primer día del año), por ella nos ha venido la salvación sin duda alguna.

María acompañó a Jesús a lo largo de toda la vida, en la ida al templo, en las bodas de Caná "hagan todo lo que Él les diga", al pie de la cruz donde se convierte en Madre de la Iglesia que somos nosotros.

Pero será bueno que pensemos la tarea de María es llevarnos a Jesús, ella no es Dios, en su madre, hija, esposa. Ella quiere que nuestra devoción sea imitarla en la disponibilidad para con todos, especialmente en los que sufren, ella quiere que vivamos en serio el Evangelio.

¡Cuánto nos cuesta el cambio de vida, es decir dejar el pecado y ser semejantes a Cristo, lo que comúnmente llamamos la conversión! ¡Cuánto le cuesta a Dios uno sólo de nosotros!, pero Él no se resigna a perder ni uno solo de nosotros, ni de ningún hombre. Misterio grande de Amor.

Con todos los hombres, digamos "Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros, ahora y en todo momento, especialmente en la hora de nuestra partida a la casa del Padre".

(Colaboración del padre José Quintana Peña)

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