La celebración del Triduo Pascual empieza en la tarde del Jueves Santo y se prolonga hasta las vísperas del Domingo de Resurrección. Esta celebración se sitúa de cara a la celebración de la Vigilia Pascual, o sea, la Eucaristía única del Triduo Pascual.
El Jueves Santo celebra el misterio del Cenáculo que mira hacia la cruz y la resurrección.
He aquí los cuatro momentos fundamentales de esta celebración:
La liturgia de la Palabra: existe una íntima conexión entre las lecturas en un pleno contexto pascual: 1ª lectura: Ex 12, 1-8, 11-14: La Cena pascual de Israel. 2ª lectura: Cor 11, 23-26: La institución de la Eucaristía. Evangelio: Jn 13, 1-15: El mandato y ejemplo de amor-servicio.
El lavatorio de los pies: Siguiendo una antigua costumbre, se ritualiza el gesto apenas leído el texto o leyendo el texto en el evangelio del lavatorio de los pies, para expresar juntamente el sentido de abajamiento y de caridad que es característico de la Pascua de Jesús.
Cristo da una lección práctica de actitud de servicio humilde que deben tener los cristianos. Los que están al frente de una comunidad (Papa, Obispos, Sacerdotes, religiosos, catequistas…) son los representantes de aquél que dijo que no había venido a ser servido, sino a servir. Ya se los había dicho con palabras y con hechos, pero ahora lo aprendieron con una especie de parábola en acción. Y oyeron muy bien la orden: “Haced también vosotros otro tanto: lavaos los pies los unos a los otros”.
Pero el sentido profundo del lavatorio de los pies por parte de Jesús hace referencia a su Pasión. Manifiesta la caridad total de quien va a dar su vida por todos, poniéndose a los pies de sus discípulos y despojándose ahora de su manto y sabiendo que al día siguiente va a ser despojado de todas sus vestiduras para entregar su vida en la cruz para la salvación del mundo.
La liturgia eucarística: La comunión bajo las dos especies para toda la asamblea pone de relieve la plena participación en el misterio eucarístico del Cenáculo donde nace el nuevo Pueblo de la Nueva Alianza.
La reserva del Santísimo Sacramento: El gesto funcional del conservar las especies sacramentales para la comunión del día siguiente y la tradición popular de la veneración del Santísimo se transforman en un momento altamente significativo de profesión de fe, de adoración de la presencia continua del Señor en su Iglesia. Todo se realiza con solemnidad en la reserva, con sobriedad en la continuación de la adoración.
Así, pues, la reserva eucarística se convierte en una ocasión estupenda para que la comunidad cristiana dedique su atención -contemplativa y adoradora- a ese Cristo que ha querido ser alimento para nosotros y ha pensado en darnos en este sacramento su Cuerpo y su Sangre de la Cruz. Esta atención especial es propia del jueves ya no el viernes, en que la centralidad la va a tener la Cruz.
¡Feliz Semana Santa!
(Colaboración del padre Juan José Mettini)
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