Por Almafuerte
En una de las columnas de la Basílica-Santuario de Nuestra Señora de Itatí se encuentra una lona con una inscripción por el Año de la Fe, que está tapando el faltante del revestimiento de mármol.
Las obras de refacción de la Basílica de Itatí fueron inauguradas el 15 de agosto de 2009, acción encarada por el gobierno provincial, siendo gobernador el ingeniero Arturo Colombi.
La refacción y restauración contó con tres etapas y una inversión de 4 millones de pesos. En la última de ellas se revistió con mármol la fachada, piso en veredas y patio lateral.
A tan sólo 4 años de la inauguración, ¿por la falta de mantenimiento y cuidado?, el revestimiento frontal de una de las columnas se ha desprendido, y en vez de reponerlo las autoridades del santuario han optado por algo más barato: colocar una lona con una inscripción alusiva al Año de la Fe “cruzar la puerta de la Fe es aceptar a Cristo resucitado”, con una flecha indicando el ingreso, aprovechando que esa puerta del templo hace alusión a la virtud teologal de la Fe.
Recordemos que durante estas obras de refacción, el rector del santuario autorizó la instalación de la Cruz Fundacional de Itatí en el costado sur del templo, y que estuvo por más de tres años a la intemperie hasta el 25 de enero de 2013, cuando a causa de una fuerte tormenta se quebró al ser golpeada por una chapa. Actualmente los restos de la Cruz se encuentran en un depósito dentro del santuario, esperando su restauración.
EL TEMPLO COMO BIEN CULTURAL: el pensamiento del Beato Juan Pablo II
El Papa Juan Pablo II propuso directrices magistrales que a veces no parecen haber sido suficientemente registradas; su interés por el arte y los bienes culturales, dentro de los cuales por excelencia entran las iglesias, formaron parte central de su magisterio y en múltiples ocasiones manifestó su pensamiento respecto al tema.
En 1994 creó la Comisión para los Bienes Culturales de la Iglesia, entidad que, independientemente de las diversas alocuciones de Juan Pablo II, ha sido la encargada de dar a conocer su pensamiento; en 2002 la Comisión publicó un Enchiridion de 725 páginas, dando a conocer la documentación pontificia respecto al tema.
«El cuidado de los templos, de todo el patrimonio eclesiástico es una responsabilidad que implica en primer lugar a los obispos, que han favorecido en todas las épocas el desarrollo de las artes y promovido la atención de todo lo creado para cumplir su misión evangelizadora; cuando la Iglesia se sirve del arte para apoyar su misión, no es sólo por razones de estética, sino también para obedecer a la lógica misma de la revelación y de la Encarnación; las exigencias actuales reclaman conocimientos que garanticen una continua actualización y la valoración del patrimonio».
«Nuestros monumentos representan una continuidad que desde la época apostólica se transmite a las futuras generaciones como un eslabón esencial de la cadena de la tradición, memoria sensible de la evangelización, por lo que constituyen un importante instrumento pastoral del que deriva el compromiso de su conservación y defensa; siempre han sido un instrumento privilegiado de catequesis y culto, si bien recientemente, por efecto de la secularización, a veces hayan devenido a una significación meramente estética».
Los documentos pontificios recalcan que corresponde al obispo diocesano la responsabilidad de custodiar fielmente su patrimonio, para lo que debe contar con comisiones de Arte Sacro y Bienes Culturales, incluyendo su custodia dentro de sus proyectos pastorales, puestos al servicio de la misión; en la creación de museos anexos a las iglesias se propone la constitución de comités de expertos, de directores capacitados, prestando especial atención a la búsqueda de recursos. Dentro de un amplio proyecto formativo, la documentación llama a superar «el desinterés eclesiástico hacia los bienes culturales», la prioridad de otras urgencias pastorales, señalando que la falta de personal y la inadecuada preparación, ha hecho precaria su tutela; los candidatos al sacerdocio y del clero deben ser formados para apreciar el valor de estos bienes con vistas a su promoción y a la evangelización»; recordando una instrucción de octubre de 1992, sobre la formación de los candidatos al sacerdocio, renueva el llamado a programar cursos que permitan seleccionar alumnos para comprometerlos en el tema, creando centros de estudios «para poder formar expertos en el sector de los bienes eclesiásticos de la Iglesia».
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