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viernes, 17 de septiembre de 2010

HACE 31 AÑOS QUE LOS JÓVENES DEL NEA CAMINAN A ITATÍ

En la primera edición, en 1979, unos 5.000 fieles peregrinaron por las vocaciones religiosas y sacerdotales. La travesía se convirtió en una de las mayores manifestaciones populares de la región.

Hace 31 años, los miembros de la Pastoral Vocacional de Resistencia decidieron realizar una caminata juvenil a Itatí, pidiendo por las vocaciones sacerdotales y religiosas, con el lema “A María, por obreros para el Reino”. Esa travesía se convirtió en una de las mayores manifestaciones de fe del Nordeste.

El 6 de julio 1979 se realizó la primera reunión organizativa, en la que los representantes juveniles definieron los sectores para hacer realidad el proyecto, tomando como modelo la estructura de las peregrinaciones a Luján. El trabajo fue arduo, pero el esfuerzo mancomunado de sacerdotes, religiosas, agentes pastorales y líderes juveniles, se tradujo en diversas expresiones que reflejaron el entusiasmo de una Iglesia Joven Viva, que, gracias al aprovechamiento de los medios de comunicación, traspasó los muros de las parroquias para darse a conocer en el país.
A la convocatoria se adhirieron los por entonces obispos de la diócesis de San Roque (Presidencia Roque Sáenz Peña, Chaco), monseñor Ítalo Distéfano, y de Goya, monseñor Alberto Devoto, como también el delegado Episcopal de Reconquista, monseñor Juan José Iriarte, quienes expresaron sus sinceros deseos de éxito.

Se llega así a ese histórico viernes 21 de septiembre, en el que hasta el más optimista de los organizadores se vio sorprendido por la cantidad de jóvenes presentes, listos para marchar más de 70 kilómetros rumbo al Santuario de Nuestra Madre de Itatí. De esa primera caminata participaron más de 5.000 personas.

Pero todo no quedó allí, ya que no fue sorpresa ver al poco tiempo los frutos de esta iniciativa. Por un lado, se consagraron al servicio religioso, los sacerdotes Armando Portal y Juan Geuouman; y las religiosas Virginia Romero, Margarita Batalla, Delicia Cabrera y María Inés Brites (siervas del Sagrado Corazón), Cristina Batalla (monja de clausura) y otros tantos que fueron llamados con posterioridad, no sólo a consagrar sus vidas totalmente, sino también a tantos que desde entonces siguen trabajando apostólicamente en sus comunidades y movimientos.

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