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martes, 15 de julio de 2014

LA CORONACIÓN PONTIFICIA DE LA VIRGEN DE ITATÍ

Por Lic. Miguel Fernando González Azcoaga

Fue el suceso más notable y apoteótico desde los tiempos de los festejos del III Centenario de la Fundación de Corrientes en 1888, y no tendría continuidad con otro suceso de su jerarquía hasta la Consagración de Monseñor Luís María Niella como Primer Obispo de Corrientes en 1911.


El 16 de julio de 1900, en las puertas del Santuario de la Santísima Cruz de los Milagros de Corrientes, la Imagen Taumaturga de la Pura y Limpia Concepción de Nuestra Señora de Itatí, traída en barco desde su trono en una marcha cargada de hondo sentimiento, fue solemnemente coronada por el Obispo de Paraná Monseñor Rosendo de la Lastra y Gorillo, ante los Obispos del país, de Paraguay y Uruguay.

El Presidente de la República, Gral. Julio Argentino Roca, de puño y letra, envió una misiva; asistieron o enviaron representaciones mandatarios provinciales. Apadrinó el acto el Gobernador de Corrientes y fue Madrina Da. Josefina Hardoy de Gallino, Presidenta de la Comisión Central de Damas.

La corona impuesta sobre las sienes de la Imagen de la Virgen, había sido concebida por Forment Maurice como una exquisita joya al estilo de las coronas imperiales del Renacimiento, en oro, con incrustaciones, en sus engarces, de amatistas y topacios de gran tamaño, y dibujos afiligranados de artística expresión.

Al momento solemne de la Coronación, ante una multitud que llenaba el atrio del Santuario, la plaza adyacente y la manzana siguiente, sonaron cañonazos en el puerto de la ciudad, bombas de estruendo, se soltaron palomas y repicaron jubilosamente todas las campanas de las Iglesias de la ciudad de Corrientes, en el preciso momento en que el Obispo de la Lastra y Gordillo, a nombre de S.S. León XIII, colocaba sobre las sientes de la Virgen, la corona ante el llanto incontenible de la muchedumbre emocionada asistente al acto.

Después sobrevinieron los festejos que siguieron por varios días y no concluyeron sino hasta el retorno final de la Imagen de la Virgen a su trono del Santuario de Itatí, terminando así el suceso más notable y conmovedor de una época.



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