Con motivo del conmovedor caso de la niña que se convirtió en madre y cuenta apenas con diez años, quisiera compartir esta reflexión con la comunidad católica de la arquidiócesis de Corrientes, y con toda persona de buena voluntad.
Ante todo, deseo que llegue a la niña madre y a sus padres, en especial a la mamá de la niña, la oración, el afecto y la solidaridad de toda la comunidad cristiana de esta arquidiócesis. Les abrimos nuestro corazón y les tendemos nuestra mano, porque sabemos que juntos se tiene menos miedo.
También quisiera expresar un sincero reconocimiento y profundo respeto por la profesionalidad y calidad humanas, manifestadas por las personas que socorrieron a la niña, cuando se tuvo conocimiento de la emergencia por la que estaba atravesando. Gracias por el impacto ejemplar que produjo la conducta de ustedes en nuestra sociedad: nos enseñaron que hay dos vidas en juego y que debemos hacer todo para salvar a las dos.
Aun en medio de la conmoción e indignación que produjo el hecho, es importante recordar que toda vida humana es un don de Dios y que como tal debe ser respetada y protegida desde el inicio y luego en todas las fases de su desarrollo, hasta su término natural. Un niño por nacer, por más que haya sido concebido en circunstancias no deseadas, nunca puede ser considerado un peso del que hay que deshacerse. Al contrario, se trata siempre de uno de los nuestros, es nuestro hermano que reclama ser respetado y amado.
La niña que fue madre prematuramente, debe llevarnos a pensar seriamente sobre cómo estamos educando a nuestros niños, adolescentes y jóvenes; cuáles son los contenidos de la educación sexual que se imparten en el seno de las familias, en las escuelas y centros religiosos; la literatura que les facilitamos, las películas a las que tienen acceso, los programas de televisión que consumen, los lugares de diversión que frecuentan, las letras de sus canciones, etc. La educación de los hijos es responsabilidad indelegable de los padres en primer lugar y luego, subsidiariamente, del Estado, quien debe velar para que esa educación sea coherente con los valores y principios que fundamentan la visión cristiana de la vida, visión que comparte la gran mayoría de nuestra gente.
Ante la proximidad del Día del Niño por nacer, instituido en Argentina por decreto oficial, invito a todas las comunidades parroquiales, instituciones, movimientos y asociaciones de la arquidiócesis a una jornada de oración por la niña madre y el niño que está gestando en su vientre; por su mamá y por su papá, y por las personas que los están acompañando más de cerca; asimismo, oremos también por el padre del niño y por nuestros adolescentes y jóvenes, para que descubran que la vida es mucho más bella y feliz cuando nos esforzamos por ser castos, porque esa es la puerta que nos abre el camino hacia el amor auténtico y generoso, que asegura la paz y el bienestar de toda la comunidad.
Corrientes, 16 de marzo de 2012
Mons. Andrés Stanovnik
Arzobispo de Corrientes
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