“Si oblitus fuero tui, Hierusalem, oblivioni detur dextera mea;
adhereat lingua mea faucibus meis si non meminero tui…”
(“Psalmi”, Biblia Sacra Vulgata: Psalmus 136 <137>)137>
A muchos kilómetros de su terruño, el itateño, proscripto por la vida, recuerda dulce y amargamente a su aldea. Se estremece, pensando que tal vez nunca podrá regresar; o, peor aún: que podría olvidarla, distraído por las extravagancias de otros paisajes. Entonces, sus labios, resecos, destilan versos flagelantes, que parecen arrancados de un salterio…
Si te olvido, Itatí, que gima el monte
salvajes espinillos de lamentos;
lamentos que se esparzan con los vientos,
gritando mi impiedad punzante, y mi
ingratitud estéril, Itatí.
Si de ti no me acuerdo, que mi lengua
se trabe, y se entumezca mi garganta,
mi garganta que hoy lúgubre te canta,
procurando ese acento guaraní,
que arrulla los oídos: ITATÍ.
Si llegare a olvidarte, que a mis manos
les acometa un súbito temblor,
temblor que les castigue el desamor
inconfesable que te cometí,
al dejar tus amparos, Itatí.
Si de ti no me acuerdo, que en reproches
de marejadas ruja el Paraná,
Paraná que te estrecha, y que te da
el abrazo que yo te prometí,
al dejar tus riberas, Itatí.
Itatí: si te olvido, que el olvido
apuñale inclemente mis entrañas,
entrañas que me acusen de que extrañas
mis pasos diarios, desde que me fui
de tus antiguas calles, Itatí.
Aldea, si de ti no me acordare,
que las caraguatás, hechas espadas,
espadas de dos filos, afiladas,
me hieran con la herida con que herí
tus recuerdos benditos, Itatí.
Aldea, si mi olvido te alcanzare,
que el arroyo San Juan gima en sus fauces,
sus fauces que, en un coro con los sauces,
lloren el llanto acerbo que vertí
por dejar tus paisajes, Itatí.
…….
Itatí, siempre habré de recordarte.
Tú vives en mis sueños, y en mi boca,
mi boca que te nombra y que te evoca,
con la dulzura del ñangapirí
de tus montes eternos, Itatí.
Regresaré, Itatí, cuando las ascuas
de la cruz del sur lloren mi demora,
mi demora infeliz: Será la hora
de volver al Edén que yo elegí,
de respirar tus cielos, Itatí.
La hora de besar tu suelo amado,
internarme en tu río, y ver tu sol,
tu sol que, revestido de arrebol,
quema la espalda de la Pacurí,
como tu amor mis venas, Itatí.
DOMINGO OMAR GODOY
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